miércoles, 29 de abril de 2009

El alma desgarrada

De todo lo que podíamos hablar hoy hemos elegido algo en las antípodas de lo habitual en este blog. Una de esas historias que sirven para hacer una película, una novela de éxito (tomamos nota, hay que pensar en el pobre LC) o directamente, y seguramente, encogerle el corazón a cualquiera. Ha sido la BBC la que ha destapado la historia. Durante unas obras cerca del campo de Auschwitz los obreros descubrieron una botella incrustada en uno de los muros de un edificio que las SS usaban de almacén. Dentro había un papel escrito en septiembre de 1944 que contiene los nombres, números de campo y lugares de nacimiento de siete jóvenes internos provenientes de Polonia y Francia. Al menos dos sobrevivieron. Pasarán años, décadas, y quizás nunca podamos realmente llegar a entender el horror que fueron los campos de concentración. Murieron muchos más en otros genocidios de la historia, pero jamás de una manera tan industrializada, deshumanizada y totalmente fría. Si ya es horrenda la muerte de siete millones de personas, todavía más pavor infunde la forma en la que fueron exlos explotados, exprimidos, usados como cobayas humanas o eliminados, en fosas comunas cubiertos de cal.

Millones de palabras y de imágenes no son suficientes para sofocar el miedo y la humillación infringida a toda la especie humana en aquellos campos, la total falta de humanidad. Sólo hubo un momento en toda nuestra historia en la que el diablo realmente caminó entre nosotros, y fue entre 1939 y 1945. Antes o después sólo fue ilusión. El Mal se hizo carne y gas en aquellos años, lo peor había pasado, y su recuerdo debería estar tatuado en nosotros, en nuestras almas, para que jamás olvidemos un pecado cometido entre todos por acción u omisión. Y aunque no estuviéramos allí, los mecanismos que lo provocaron siguen en nosotros, en nuestra sociedad y nuestra psique.


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