lunes, 27 de abril de 2009

Samantha Sweeting

De vez en cuando la realidad tiene esos giros impertinentes cuando el programa de un día se rompe porque alguien llama por teléfono y casi te obliga a que muevas el culo hasta la otra punta de una ciudad. Todo dice que no, pero al final se pasa por el aro para conocer a una persona y así poder aumentar el abanico de gente a la que poder olvidar luego. Uno de esos soplos llevó a alguien de este blog a conocer a Samantha Sweeting (en la foto, con Ron Athey) en un recóndito tugurio de buena fama (uno de esos donde hasta la suciedad parece medida). Apenas hay información sobre ella en español, por ahora, pero esta joven creadora inglesa es precisamente uno de esos soplos de aire frío y húmedo del norte que suelen ventilar y mejorar el viciado, pesado, seco y caliente clima artístico español. 

En ella, a partir de la fotografía, se unen las relaciones del hombre con la naturaleza, el trabajo artístico femenino más allá de los géneros y el profundo estudio del cuerpo humano como medio de expresión, también aparte de las consideraciones sexuales inherentes en una sociedad como esta tan acostumbrada a medirlo todo por el instinto más perseguido por nuestra civilización. Como decía Gervaise de la Rochelle: "Si matas a mil soldados eres un héroe, pero si dices que te has acostado con la vecina eres un vicioso". Sweeting hace honor a su apellido, tiene la educación que se le presupone a todo ciudadano británico no alcoholizado, sonríe, luce los detalles externos de la impostada vanguardia y apenas se toma en serio nada que la rodea. De esa forma abre más puertas que los atormentados que visten de negro y hacen honor a la sentencia de Alberto Sicilia sobre París: "Aquí todos van de parisinos bohemios, de negro y como si fueran cucarachas". Su obra estará presente en Bruselas con Domingo Sánchez Blanco (otro que daría para escribir un libro), pero también en el Festival de las Artes entre el 29 de mayo y el 13 de junio en el Espacio El Gallo. Apenas tiene 28 años y aparenta menos, y a buen seguro volverán a oír hablar de ella, pero esta vez en sitios más elegantes, caros y fenicios que este blog. No digan que no fuimos los primeros en avisar. 


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