viernes, 24 de febrero de 2012

Público sin público



En este blog siempre hemos tenido a gala la parte periodística. El cierre de 'Público' presupone una pérdida grande. O algo menos. El periódico que quiso ser la versión más progresista de 'El País' ha terminado por caer de rodillas. Mediapro pierde dinero a expuertas, y la gran maniobra de Zapatero para crear un grupo mediático más fuerte se ha ido al garete.

Lo que queda ahora es un gran vacío a la izquierda de 'El País', que puede empezar a descorchar cava porque buena parte de esos lectores pasarán ahora a sus filas, justo cuando se prepara para dar el salto a largo plazo que ya ha dado 'The New York Times', el faro que se usó en su día para su fundación. De momento esta ha sido su defunción.

Para los plumillas un trabajo menos a pedir, para los conservadores otra alegría más (llevan ya unas cuantas, aunque a ellos no les afectara mucho), para el oficio de contar la realidad más o menos objetivamente (más bien factiblemente) es otro desastre a sumar. El gremio periodístico empieza a parecerse ya a la Francia de 1940, con la gente tirándose a la cuneta con sus sacos en cuanto oían a los aviones alemanes. Y la cultura pierde un particular lugar donde los reportajes y noticias eran al menos algo más diferentes. Resulta paradójico que la derecha tenga tres periódicos nacionales y la izquierda sólo uno y algún que otro de la periferia. Ya no habrá noticias y reportajes a dos páginas con esa maquetación que parecía más de Mr Hyde que de un diseño normal, y que de vez en cuando prestaban una atención muy buena a las artes. Lamentable. Pero así es el capitalismo... Eso sí, existía la democracia antes de que naciera en 2007 y seguirá existiendo después del domingo, cuando echará el cierre, por mucho que pataleen. Algunos ya pasaron por algo parecido y nadie se acordó de ellos ni se rasgaron las vestiduras en ningún sitio. Es la mera y simple lucha por la supervivencia.


lunes, 20 de febrero de 2012

Ni puñetera idea


Fíjense bien en el señor de la foto: no tiene ni idea de lo que tiene entre manos. Su parecido, algo más decadente, con el actual presidente del Gobierno es algo más que una coincidencia, es una demostración de que la España profunda existe y ha puesto el culo en el trono. Unos por conservadores, y el de la foto, por inoperancia. Anoche, en el discurso oficial de la Academia, dijo algo que le va a perseguir para siempre: "Internet aún no forma parte de la actividad económica del cine". Eso se llama "soplapollez", por no decir gilipollez, ignorancia o falta de visión. Y si encima Molina Foix y otros pardillines de la vida le hacen los coros, pues más todavía.

La figura de un visionario pionero como Álex de la Iglesia se acrecienta a pasos agigantados. Sus dos años al frente de la institución fueron los mejores en mucho tiempo: se modernizó, se crearon nuevas vías, consiguió que Almodóvar entrara en razón y se comportara como un ser humano y no una Maria Callas más, logró que Buenafuente pasara por el escenario... y sobre todo planteó el futuro ligado a la red. Hasta que el gremio sacó su corporativismo, su victimismo y terminó poniendo en el trono a un señor mayor más acorde con los 80 que con el arranque de la segunda década del nuevo siglo.


Negar el presente y diferirlo hacia el futuro es una forma de no tomar decisiones fundamentales para el cine y su supervivencia. Y las cosas que no evolucionan, se revolucionan o mueren. De momento el cine de género (thriller y ciencia-ficción) reclamó anoche su lugar en el mundo con 'No habrá paz para los malvados' y 'Eva', pero todavía queda mucho camino. Hay que reformular las subvenciones (apoyar a los que empiezan y no resolverle el presupuesto a las vacas sagradas) y apoyarse en lo que da dinero (las televisiones, asociarlas, no obligarlas a pasar por caja como si fuera un impuesto revolucionario) para poder crear una industria. Si hubiera más 'Torrente' por año todo iría mejor, por mucho que huela a soez. Pero, la verdad, ya da igual, a nadie parece interesarle que el cine nacional sobreviva, porque entre todos lo están dejando morir con una mezcla de miopía y conservadurismo digna de los nobles franceses en 1789.



jueves, 16 de febrero de 2012

Del Times al periodismo prostituido


Leer a John Carlin siempre es bueno. Leer cómo funcionan los despachos de una vaca sagrada como 'The New York Times' también es positivo. Eso a pesar de que De la Rochelle ya dijera una vez que era mejor escribir para los conservadores que para los progresistas porque "ellos se toman muy en serio lo que hacen, por ridículo y erróneo que sea". La experiencia de cómo funciona un periódico de verdad es muy interesante, porque ayuda a ver los terribles errores que se cometen en el periodismo en España. Pequeños y grandes.

Un oficio que prefiere sacarse los ojos unos a otros por saber quién es más periodista que el otro, un gremio donde sus miembros prefieren discutir si alguien con título universitario es más y mejor que otro que no lo tenga, que prefieren ser cainitas en lugar de cortar de raíz el intrusismo y crear un sindicato de verdad y no las reuniones pachangueras de amiguetes que no van a ningún lado... así está el patio. Eso cabe para todo. Especialmente cuando se juntan churras con merinas y los medios son usados para ajustes de cuentas entre unos y otros. El periodismo, esa forma de sofisticada prostitución en la que las neuronas son como las piernas que se abren ante el característico flap-flap de los billetes...

Se nos viene a la memoria cierta historia algo ridícula de un periódico de provincias y la cultura que demuestra cómo una simple tontería, por opacidad de las instituciones públicas, puede llegar a ser una pifia. Albert Pla, uno de los cantautores más irreverentes posibles, intentó tocar en Salamanca, y como casi todos los que venían a la ciudad querían hacerlo bajo el paraguas del dinero público. Porque entonces (era antes de la crisis, o al borde de su aparición) había todavía dinero, porque muchas veces los técnicos de la institución cultural municipal firmaban lo que les daba la gana... El que entonces era el representante de Pla intentó pillar cacho pero la institución no picó. Habría que saber si con acierto o no. Eso ya es otra cosa.

Lo curioso vino después: el representante se tiró el farol ante los medios y uno de los medios locales picó y lo publicó sin que estuviera cerrado de verdad el concierto. Cuando se deslizó en la prensa los técnicos dijeron eso de "donde dije digo digo que te den". El representante enredó a otro periodista buitre que llamó a la institución que iba a pagar el concierto y le dijeron que "estamos muy liados" y punto en boca. Casi se publica si no llega a ser por un temeroso jefe/a que definió todo el asunto como "una no-noticia". Tenía bastante razón, mirándolo en perspectiva.

Pero la cuestión es que la institución censuró con todas las de la ley a un músico. Tal cual. Aunque no se sabe si por los manejos de uno o porque cierta persona se vio retratada en sus prejuicios por lo que decía la gente de Albert Pla y se encabronó. La censura llegó después. Pero como la política hacia el público y los medios de esa institución era de opacidad total, una simple tontería como aquella estuvo a punto de ser una gran pifia. Entre otras cosas porque el periódico que publicó aquel concierto ya no reculó y toda la historia parecía una ocultación de la verdad más de tantas que suelen hacer las instituciones públicas.

Este tipo de historias no suceden en otros lugares donde las maniobras orquestales en la oscuridad son siempre denunciadas o directamente ignoradas. Porque lo de Pla es una tontería al lado de otras historias que han sido silenciadas con una llamada de teléfono por el político de turno. Eso de "si no lo sacas mañana yo pensaré en ti para otras cosas". Cosas que luego no pasaron o fueron convenientemente olvidadas, especialmente con una institución provincial que huele a muerto que tira de espaldas...


martes, 14 de febrero de 2012

Terra Nova, misma historia de siempre




¿No tenéis la sensación de que los guionistas, cuando abordan algo tan complejo como la ciencia-ficción para televisión, empiezan a repetirse? Mientras escribimos estas líneas Cuatro emite los dos primeros episodios de 'Terra Nova', una serie que prometió mucho pero que se deslizó hacia lo previsible cuando fue estrenada en EEUU. Todo el mundo dijo eso de "mucho ruido y no demasiadas nueces".

Al final 'Terra Nova', después de ver buena parte de la primera temporada y esperar al día en el que se estrenó en abierto, es un batido en el que hay un poco de 'Parque Jurásico', otro poco de 'Lost' (al menos de fondo, que no de forma, y menos mal, que con una migraña ya tuvimos bastante...), de 'Avatar', un poquito de 'Eureka' o de 'Invasión Jurásica' y muy poco de 'Fringe', por desgracia. Resulta demasiado comercial y Spielberg no se pringa ni un poquito, dejando la valentía para otro tipo de historias. Baste recordar la estupenda 'Minority Report' para ponernos dignos y exigirle al gafotas barbudo algo más que lo que se ha visto hasta ahora. Lo de los viajes en el tiempo está más manido que un pasamanos ministerial, llevar a una pequeña colonia al Cretácico desde el siglo XXII ya es algo más interesante, pero caer en la vil trampa comercial de reproducir los roles familiares y meter adolescentes en la historia denigra y mucho el producto final. Y si aparece un niño y no es de Pixar, fijo que no vamos por buen camino...


Es otra oportunidad perdida, nos tememos, y es más que posible que las siguientes temporadas, si sobrevive la serie, no recule demasiado. Eso sí, la producción apenas tiene errores, con una ambientación y efectos especiales de primer nivel, puede incluso que superior a la mayor parte de los que hay en el cine. En eso no hay quien les gane, pero esperábamos, sinceramente, una especie de cruce entre 'Fringe' y 'Parque Jurásico' con algo más interesante, quizás del estilo de las distopías propias del género, pero no, que luego la industria familiar se nos queja y la pifiamos.

domingo, 12 de febrero de 2012

El Síndrome María Antonieta



Ya que últimamente la cultura está bajo cero y no hay mucho digno de lo que hablar, pero sí muchos problemas políticos, quizás sea hora de recordarle a los memos que nos gobiernan, y nos gobernaban, que existe algo llamado Síndrome María Antonieta. Es una historia muy graciosa, y os la vamos a contar. Seguro que todos recuerdan a aquella reina francesa de origen austriaco que gastaba a manos llenas en Versalles mientras su atolondrado marido, Luis XVI, a la postre vivo ejemplo de la leyenda de la gallina que corría sin cabeza, hacía oídos sordos al murmullo popular de un pueblo cabreado, aplastado y humillado. No se puede fustigar a los de abajo por mucho tiempo, por su bien, porque los países que maltratan a sus individuos suelen terminar como aquella reina que vivía en una burbuja. Es una de las tres primeras reglas del arte del bueno gobierno desde Pericles, Augusto, Marco Aurelio, Carlomagno, Confucio o Washington.

Queremos decir que la mayor parte de la clase política española, y especialmente los sindicatos (que no tienen coj.. para hacer siquiera una huelga general ante el despido libre encubierto de la reforma laboral), se parecen peligrosamente a esa María Antonieta que cuando le contaban que el pueblo pasaba hambre porque no había pan contestó eso de "pues que coman pasteles".

Los españoles llevan mucho tiempo siendo demasiado rusos (soportando las coces del burro sin decir ni mu) y muy poco siendo franceses o americanos, o incluso ingleses. Tres pueblos despreciados por el nacionalismo barato de las Españas pero que son la guía de viaje de un país que intenta ser mejor. Alguien debería decirles que María Antonieta era muy querida por las marujas y los nobles, pero que terminó igual que su marido: el cuello mirando a Cuenca y la cabeza en un cesto de mimbre. Rajoy y el PP aguantan porque llevan tres meses y poco más mandando y todavía tardará la mierda y la sangre en salpicarles, pero por cada carga policial, cada manifestación, cada "garzonada" más que el pueblo vea, se acercarán más a esos desharrapados que pedían pan en las verjas de Versalles y que fueron disueltos a tiro limpio. La opción de la violencia popular desatada es una opción cada día más cercana.


El Síndrome María Antonieta es una realidad palpable en muchos zoquetes del Gobierno y la oposición, igual que en la alta burguesía que pide y pide, exige y exige, sin darse cuenta de que todo los reyes y líderes de la Historia sabían que al esclavo no se le aprieta hasta el final, porque luego aparece un Espartaco de turno que no tiene nada que perder y ya la tenemos liada. Lo malo es que lo del "pan y circo" ya ni siquiera existe, y la crudeza del dolor de la pobreza y la necesidad son fantasmas que no se dejan atrapar y deambulan por ahí con ganas de pegarle fuego al mundo. O de cortarle la cabeza a María Antonieta. Lo único es que igual la próxima tarada decapitada resulta tener barba, acento gallego y una manifiesta necesidad de un logopeda. Es un aviso gratuito: recordad lo de la Bastilla, porque cabrear a Merkel o a Bruselas, o al FMI o al mercado puede no ser lo peor que os pase. Pequeñuelos.



jueves, 9 de febrero de 2012

Los Estados Unidos de Europa


Cuando vienen mal dadas se suelen sacar a relucir las miserias personales y los grandes ideales. La población se divide entre los que sobreviven pisando cabezas ajenas y los que baten alas para volar por encima de la mugre. Así que a batir alas... Se nos viene a la memoria dos frases. Una es de un personaje de cómic de cuando éramos niños, que en las novelas ilustradas de Julio Verne decía aquello de "a grandes males, grandes remedios", o lo que es lo mismo, que cuando la situación es tan grave hay que tomar decisiones que jamás tomaríamos cuando la cosa marcha normal.

La otra frase es de Víctor Hugo: "¡Un día vendrá en el que las armas se os caigan de los brazos, a vosotros también! Un día vendrá en el que la guerra parecerá también absurda y será también imposible entre París y Londres, entre San Petersburgo y Berlín, entre Viena y Turín, como es imposible y parece absurda hoy entre Ruan y Amiens, entre Boston y Filadelfia. Un día vendrá en el que vosotras, Francia, Rusia, Italia, Inglaterra, Alemania, todas vosotras, naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintivas y vuestra gloria individual, os fundiréis estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea [...]. Un día vendrá en el que no habrá más campos de batalla que los mercados que se abran al comercio y los espíritus que se abran a las ideas".

Luego descubrimos una frase filtrada de una de las muchas reuniones de Bruselas: "Esto es un desastre". Se dirime el futuro del euro en estos días, con Grecia ejerciendo de paciente de turno en el hospital. Como un episodio de 'House', con un médico taranbana que se supone es el mejor del mundo. Pero no las tenemos todas con nosotros... si existiera algo parecido a los Estados Unidos de Europa no pasarían estas cosas, pero no existe por el miedo atávico, los intereses electorales, la poca visión a largo plazo de los políticos, su mediocridad manifiesta (en España ya van más de 16 años de subnormales con poltrona), la falta de agallas para plantarle cara a los tiburones financieros (con lo fácil que sería deslizarles una notita en la que se les hiciera ver que el Estado ni perdona ni olvida.... hehe) y sobre todo la total falta de imaginación.

¿Qué hace falta para que la vieja Europa cuarteada y caótica se dé cuenta de que el futuro ya no va a soportar microchorradas nacionalistas como Kosovo? ¿Qué hace falta para que exista un gran abrazo que con el tiempo supondrá más control mutuo, más racionalidad fiscal y económica, menos posibilidades de caer en cadena en una gran crisis económica? ¿Qué hace falta para que las élites que gobiernan y tienen una sola patria (su dinero) empujen para que llegue algo que sería la reconstitución de lo que más grande nos ha hecho nunca, Grecia y Roma?

Igual lo que hace falta es una guerra, una cruzada contra el Islam, un gobierno despótico y sátrapa en Moscú, que China nos escupa a la cara y nos llame "monos blancos", como llevan haciendo desde hace siglos. Quizás un líder carismático, un George Washington con acento de Toulouse o de Berlín, o de Milán o de Barcelona, o de Londres. Tal vez un ataque pandémico de cordura, un nuevo Renacimiento, una crisis económica tan profunda que sea ya imposible otro camino que el de tirar abajo los muros que faltan para hacer de Europa el gran loft federalista que debería ser para evitar que las pequeñas miserias nacionales nos devoren.

Europa empezó el siglo XX siendo la dueña y señora del mundo y del universo (hasta España tenía todavía colonias en África), llegamos al primer cuarto de siglo arruinados pero enteros, a la mitad del mismo Europa estaba descuartizada, violada, saqueada y agonizante en una cama. Terminamos el siglo siendo pequeños burgueses que tiraban muros de Berlín para poder abrazar a los eslavos. Y hemos empezado el siglo XXI con la misma acidez de estómago que en 1920 o 1950. El siglo XX ha sido el peor de Europa en mucho tiempo, una especie de segundo siglo XIV (peste negra, guerras, cruzadas fracasadas...) con ideología de fondo.

Así que igual habría que pensar que ya que la mierda nos llega al cuello hay que batir alas antes de que los tiburones nos las arranquen y pensar en algo más elevado que refugiarse en el sótano a contar monedas y el rifle en las manos. Cuanto más idealista es una idea, más cerca del fracaso, pero cuanto más racional es, más opciones para triunfar. ¿O acaso no era una locura pretender en 1776 que un puñado de colonias de desharrapados destripaterrones fueran un país democrático mientras Europa vivía del despotismo? Pues eso...



miércoles, 8 de febrero de 2012

Francia y sus complejos


Vaya por delante que siempre hemos tenido mucho respeto por la cultura francesa, que, a fin de cuentas, está bastante más evolucionada que otras. Es uno de los países fundacionales de Europa y de lo que sea esa cosa amorfa para unos y concreta para otros llamado "civilización europea". Y sin embargo, hay que decir: Francia y sus complejos. Francia contra el mundo, emulando a un Astérix atolondrado que lucha por conservar una cultura que en muchos casos sigue viviendo de los bohemios decimonónicos. Y sus efectos colaterales. Lo último grande de verdad que tuvieron fueron Camus y la nouvelle vague. Y ya. El verdadero problema es uno, y muy grande: la lengua francesa se muere porque sus hablantes no cuentan para el mundo, porque el oeste africano no cuenta para nadie. Es un idioma en retroceso profundo. Y no se puede vivir de 60 millones de franceses, unos 5 millones de quebecois y un puñado de belgas y suizos.


Más que acomplejado, Francia es un país que vive cerrado al mundo, subidos a una columna de eremita para gritar desde lo alto su excepción, sin darse cuenta de que lo que mueve el mundo está abajo. Y lo que mueve el mundo es el idioma, y más concretamente el inglés, el español, el árabe, el chino y quizás un par más de lenguas. El poder y la palabra, la diosa preferida de Francia, que le ha dado la espalda.

Desde fuera, con la distancia, no deja de ser curiosa la suave decadencia de la cultura gala. El mundo celebra los 200 años de Dickens como si fuera uno de los grandes padres de la literatura (mentira), y citar al bardo de Stratford-upon-Avon es poco menos que una marca registrada. El mundo anglosajón domina por completo a Occidente, y sólo tímidamente asoman de vez en cuando el resto, sobre todo los alemanes, que después de masacrar en los 30 y 40 a sus élites intelectuales parece que ven algo de luz. Pero una vez aplastados los judíos alemanes, el país es tan mundano como lo pueda ser Eslovaquia. Funciona mejor, claro, pero son igual de comunes.

Francia tiene un grave complejo identitario: no se sabe bien si es de inferioridad respecto a los demás, si es pura envidia o si es simplemente la nostalgia de tiempos mejores. Tanto la literatura como la música francesa han sido siempre de las más vanguardistas y abiertas del continente, pero su aislamiento empieza a ser terrible para ellos. Francia, culturalmente, parece haberle dado la espalda al mundo, o mejor dicho, un mundo en clave anglosajona que es rechazado por sistema por un país que obliga incluso a subtitular la publicidad para luchar contra el invasor angloamericano. Francia está, por decirlo así, presente en el circuito cultural mundial, por supuesto, pero está en una esquina, como el chico malo de la clase. Sus formas se repiten continuamente (igual que España con tantas otras cosas), y aunque la música ha abrazado el legado de sus inmigrantes sin problemas, parece que el resto no. El pueblo francés es culto, pero no les sirve para nada. Aparentemente no lo aprovechan para crear una imagen de marca más elaborada que un capullo arrogante bebiendo vino con gorra a la sombra de la torre Eiffel. Y no es un tópico, es el resultado de un mal desarrollo cultural. ¿De qué sirve ser tener más conocimiento si no es usado para mejorar tu mundo?

A todo esto surge una pregunta: ¿recuerda alguien alguna gran luminaria de los últimos 20 años, Le Clezio aparte (premio Nobel mediante, que antes no lo conocía nadie...), surgida de Francia que haya tenido algún tipo de efecto cultural concreto en el resto del mundo? Habrá muchos nombres, pero la sensación de que no sale nada nuevo de Francia queda siempre en el poso de la taza del café.



martes, 7 de febrero de 2012

Dinklage y la falta de imaginación


En abril la HBO dará rienda suelta a la segunda gran píldora de una serie ('Juego de Tronos') que, en perspectiva, podría ser para la TV lo que 'El Señor de los Anillos' para el cine fantástico. Asistimos a toda la revisión de un género en el campo audiovisual, tal cual. Lo mismo que hicieron Kubrick y George Lucas lo están haciendo ahora con la saga literaria de George R. R. Martin. Es producto de género, un formato cerrado donde se explotan temas, símbolos y recursos colectivos. Por desgracia siempre serán destinados a públicos no mayoritarios, pero cuya minoría no es tan grande cuando alcanzan al gran público. Sobre todo cuando aparece un actor genial como Peter Dinklage (en la imagen) que soporta sobre sus espaldas casi todo el talento de la serie. Tanto como para llevarse un Globo de Oro, entre otros premios. Un pequeño gran hombre que es todo imaginación y talento.


La ola expansiva de 'Juego de Tronos' llega a España casi a la misma vez que allí, hasta el punto de que la sola mención hace saltar a muchos fans. Ya hemos hablado mucho de los géneros y el poco rendimiento que se le saca en España, excepción hecha del género negro, donde nuestro país es una cantera casi inagotable, y que gracias a su expansión a la TV primero y (en menor cantidad de lo deseable) al cine después. Pero el bajo rendimiento de 'Eva' de Kike Maíllo y la nula producción de más ciencia-ficción o de género fantástico es un síntoma crónico. ¿Es por culpa del dinero? Los fans de 'El Señor de los Anillos' hicieron una precuela amateur con una factura de producción de unos 30.000 dólares que era increíble en su calidad. Pero nadie se atreve porque se supone que no hay público, una excusa que se viene abajo cuando los datos de audiencia de Canal Plus de la primera temporada de 'Juego de Tronos' se unen a las descargas legales e ilegales de la misma. Sí hay público. Lo que no hay son agallas.

Y lo que hay, sobre todo, es mucha pereza y poca imaginación a la hora de crear en el cine, la TV, incluso en la literatura, muy pocas ganas de mezclar géneros, de deformar los límites y los estilos. Hay demasiados aprendices de Cortázar y muy pocos de Philip K. Dick o Bradbury, muchos ansiosos de ser Marías (que sólo hay uno) y apenas un puñado de gente que podría medirse a Greene o Conrad. El modernismo falsario creado en España en los años 80 se extendió a la música y en parte propició su caída, y lo mismo ocurre con el resto de artes, donde hay mucha repetición y muy pocas ganas de arriesgarse con las armas que da el talento y los géneros en la mano. Y dicho esto, nos gustaría recordarle a la gente escéptica incapaz de separarse de sus manuales de comportamiento de revista de tendencia que la mayor candidata a los Oscar este año es una película en blanco y negro, muda y hecha por un puñado de franceses. ¿Hay o no hay sitio para los géneros llevados al límite? Pues eso, nenes...




lunes, 6 de febrero de 2012

Número 25 de El Corso on line


Será un buen número de El Corso por una simple razón, definida en una palabra: Poe. Centramos parte de las energías en una breve guía de lectura de un autor que cambió para siempre la literatura y buena parte de la cultura popular de Occidente. Las Letras lo ocupan todo, pero dejan espacio para que en la sección de Arte hagamos la previa de Arco 2012, para que en Cómic abordemos a otro autor tocado lejanamente por Poe, Benjamin Lacombe, el ilustrador francés que ha redefinido los libros para niños. En Cine miramos hacia la ceremonia de los Goya y los Oscar, en Ciencia escogemos a cuatro científicos españoles que serán el futuro de la investigación mundial, y en Viajes, la famosa ruta del vino y el gaznate de los 60 regresa a nuestros días. En Ficción, recuperamos a Blanca Haddad y sus poemas ilustrados.


sábado, 4 de febrero de 2012

Wert y las mentiras


Hay algo intrínsecamente perverso en la acción política: la manipulación de la realidad. Cuando uno más uno son dos, pero tú necesitas que sean tres, no hay forma más común de conseguirlo que decir que son tres, caiga quien caiga, aunque la realidad sea otra, porque la política se basa en el convencimiento ideológico, en que los fieles vean que son tres y no dos, aunque el sentido común diga que estás equivocado.


La sociedad está acostumbrada, después de unos 200 años de democracia en movimiento desde el siglo XVIII en Inglaterra y Estados Unidos, a ser adoctrinada y a veces se traga que uno más uno son tres. La propaganda es un arte, y por eso cuando el nuevo jefe de Educación, el ministro Wert, dijo que la asignatura de Ciudadanía adoctrinaba contra el capitalismo, estaba asentado algo ideológico como parte del bien común. ¿Es que las clases de religión católica no adoctrina? Claro que sí, pero es mejor que el status quo heredado de otros tiempos pasados siga como está, no vaya a ser que cambie algo de verdad.

España es lo que se podría llamar un país "culturalmente católico", pero no de fe o pensamiento, mucho más cuando embusteros consumados como Wert manipulan libros y dan por hecho que un ensayo izquierdista es manual de Ciudadanía para los chicos en la escuela pública. Wert es una demostración más de que incluso el más prístino (no es su caso, viendo su pasado) de los profesores universitarios o ejecutivos es un peón en manos del arte de la propaganda política. Han quitado una asignatura que a nosotros siempre nos pareció una idea no muy buena, pero tampoco es que enseñarle las cuatro a cinco tonterías habituales del catolicismo doctrinario sirva para mucho. Treinta años después de clases de religión los chicos no son más creyentes, más bien lo contrario. El fracaso de la educación católica también se extiende hacia los colegios privados, nidos de hipocresía en los que apenas un 15% de los chicos y chicas salen rezando.

Así pues, una simple y pequeña conclusión: en lugar de intentar que España siga pariendo hipócritas o pequeños Santo Tomás de Aquino, ¿por qué no luchar para salgan más Stephen Hawking, Francis Bacon, Locke, Voltaire, Joseph Conrad o por lo menos otro García Berlanga? Es que eso cuesta, y no va dentro del paquete político. Este tipo de gilipolleces son las que brotan como champiñones cuando la política tiene demasiado peso en una sociedad. Muy typical spanish, por cierto...