miércoles, 27 de mayo de 2009

Último consejo antes del Festival

Antes de la tormenta, la calma y un consejo: hay dos formas de ser en el mundo: el pusilánime y el gladiador. El primero se conforma, se adapta y deja pasar las ofensas y los desprecios, es, a fin de cuentas, un esclavo; el segundo sueña, no deja de moverse y rechina los dientes cuando le ofenden: se controla, pero siente la ira. El pusilánime parece sedado frente al mundo; el gladiador quiere conocerlo. El pusilánime no tolera que nada ni nadie le aparte de su gran meta, la nómina, porque todo lo demás son circunstancias; el gladiador ve mucho más allá de lo obvio, o por lo menos quiere creer que la vida es algo más que cumplir un horario, refugiarse en la cueva y reducir su existencia a días sencillos, cortos y sin complicaciones. El primero no deja de ir en retirada, cada vez más cerca de la cima de la colina, detrás de murallas progresivamente más altas. El gladiador se yergue porque sabe que vivir también es resistir y sufrir, que el corazón late, que llevamos sangre en las venas y que si duele es que estás vivo. El pusilánime busca la comodidad, el gladiador busca la felicidad. El pusilánime no ve más allá de lo comprensible, mientras que el gladiador tiene un pie en el aire y otro en la tierra. 

Los espartanos decían que una vida sin sueños ni gloria no era más que una muerte invisible; soñar nos hace mejores, intentar superarnos y picarnos con nuestros errores nos hace ser un poco más elaborados. Vivir sin retos, sin desafíos, sin concebir un día más como un escalón de una larga escalera, un paso más de un largo viaje, todo eso nos convierte en pusilánimes. Pensar que el mundo es ancho, libre y grande y aceptar que a veces las cosas pueden ir mal es lo que nos hace ser humanos y volver una y otra vez a levantarnos. No contamos esto por nada, sino porque el número de pusilánimes ha crecido mucho en los últimos tiempos, y eso nos aterra: ya nadie aporta ideas, nadie quiere hacer las cosas mejor, simplemente se rinden y las hacen, mal y rápido. Por cada individuo que se rinde ante la vida y la parasita hay una cabeza menos para hacer mejor el mundo. Son tiempos de crisis, son malos tiempos para la lírica, despreciada por los realistas, sepultada por los fatalistas. Y aún así, muchos no dejan de soñar ni de creer en que podemos ser mejores y superarnos, todos los gladiadores hombro con hombro. No se nos venga abajo, querida. 


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