Después de una amplia investigación sobre el biotipo humano, el pobre D.A. nos mandó estas dos notas escritas a mano. Pobre:
"Si hay algo que revienta a los dioses son los apocados y sumisos. Esos seres humanos que no son hombres ni mujeres sino ovejitas bien acogotadas y reunidas en el rebaño, seres sin aspiraciones y que se comportan como si fueran sombras sin alma. Se encierran en sí mismos como erizos con miedo al mundo, escudándose en que la vida les ha maltratado, cortándose las alas, quemándose a lo bonzo el futuro para no tener que sufrir más. Son la antítesis nietzschiana del “lo que no me mata me hace más fuerte”. A ellos no les mató, pero les debilitó por su incapacidad de enorgullecerse de sus cicatrices. Son seres que en su pasividad y silencio son más egoístas que nadie: privan al mundo de su talento y esfuerzo y no hacen nada que se salga de lo común. Son, realmente, mulas de carga sin chispa ni aliento divino. No sirva más que para currar, y punto pelota".
"Un buen ser humano debería comportarse como un rey sin corona, y que cada uno de sus actos sea un ejercicio de virtud que por puro contagio nos haga a todos mejores, para asegurarse cierto grado de progreso y que el hecho de vivir en el mundo no sea un tránsito insípido. Los dioses odian a los sin sangre insípidos, y por eso les condenan a una vida aburrida y mortecina, como una gran telaraña avejentada, como ancianos eternos. Y hay muchas formas de ser rey: por las bravas, al estilo Angevino, o a la chita callando, como los Otónidas. Elegid el que más os guste, pero que cuando os pregunten “¿Qué sois, hombres u ovejas?” podáis contestar “Reyes”. Así de sencillo. Los demás, a ver pasar las moscas encerrados en su muerte interior sin beneficio para nadie".
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