Momento ácido para el recuerdo. ¿Conocen a un tipo llamado Juan Cruz? Es uno de los altos cargos del Grupo Prisa, una de las vacas sagradas del orbe de 'El País' que le cortan el paso a los más jóvenes y capaces. El caso es que hace unos ocho años mantuvo dos reuniones diferentes con dos aspirantes a ser como él, o cuando menos a sobrevivir, a los que llamaremos A y B. Ambos, después de mover muchos hilos familiares y de amistad, consiguieron verle en su despacho para que les echara un cabo después de varios meses en el paro (en el caso de A, un año). El resultado fue un largo monólogo de media hora sobre la necesidad de hacerse imprescindible. El despacho de Cruz en Gran Vía (32) de Madrid, sede del grupo, tenía unos ventanales enormes a la parte más elegante de la ciudad. Vivía rodeado de fotos suyas (hasta 23 contó A) con grandes personajes, y el despacho era una capilla barroca a su mayor gloria. De la ayuda, ni una brizna; no hubo compasión ni favores, sólo un sermón que no sirvió de nada y que valía para cubrir el expediente. B dejó el periodismo al año siguiente, fundó una librería y se dedica a vender por internet. Se ha casado, tiene un hijo y todos los fines de semana hace un viaje. A siguió en el oficio, dio tumbos, apretó los dientes y cuando tuvo una oportunidad la cogió al vuelo. Todo lo que tiene se lo ha currado, y así le va al pobre. Cada vez que B divisa un artículo de Juan Cruz se parte de risa y le pinta un bigote a la foto; cada vez que lo hace A, pasa la página deseoso de recordarle algún día cómo él mendigó ayuda y la consiguió en la familia de A sin nada a cambio.
Moraleja: nadie es imprescindible, señor Cruz, ni siquiera usted, y los consejos son hojas de otoño que se lleva el viento; lo único que vale es el trabajo y tener gente alrededor que supla las deficiencias propias. Y eso A y B lo aprendieron solitos: todo lo que tienen saben a quién agradecérselo, a ellos mismos y a la gente que se acordó de ellos. Gracias por nada, majo. No hay rencor, sólo tristeza por los fraudes a tanta gente como A y B.
Pd: Demasiados favores debidos provocan corrupción del alma. ¿Cuántos deberá Juan?
1 comentario:
No sabía nada de sus miserias, pero ese chorro de voz que tiene (modo irónico on) me atacaaa.
Publicar un comentario