El cortometraje tiene buena salud. Básicamente porque no hay dinero y porque la necesidad agudiza el ingenio. Especialmente en este país de gente acostumbrada a vivir al filo de lo imposible, como el programa. El gen español sólo espabila cuando está presionado: somos el peor pueblo imaginable en la bonanza, y el mejor en la adversidad. Es bonito, muy épico, pero también una soberana gilipollez. Sin embargo, el cortometraje se ha convertido en todo un arte de gran talento y calado: la única pena es que los pases en los cines sean esporádicos y muy concentrados. Sólo en las grandes ciudades o en los festivales pueden verse. O en ciclos de exhibición locales pactados entre autoridades públicas y creadores. Vivimos en España su edad dorada, y la Academia de Cine, siempre tan inteligente, previsora y llena de talento, estuvo a punto de cargarse la categoría en los premios Goya porque "ralentizaba el espectáculo". ¿Qué espectáculo? ¿No será que la ceremonia es un coñazo en sí mismo, un quiero y no puedo de un gremio sin boato lleno de jeremías de la vida? En Salamanca se han centrado, una vez más, en el cortometraje español. La X Semana del Cortometraje Español en el Liceo arrancó ayer, pero todavía queda buena mesa para disfrutar. El precio de las entradas es irrisorio: 1,20 euros.
Hoy: 'El encargado', 'La increíble historia del hombre sin sombra', 'La M con la A', 'Women', 'Madrid-Moscú', 'El talento de las moscas' (la imagen del post es suya), 'Hárraga'.
Miércoles 23: 'Baidefeis', 'En la línea azul', 'Prométame que va a volver', 'Su voz son mis ojos', 'Turismo'.
Jueves 24: 'Asämara', 'Lala', 'Dolce di limbo', 'Cabaret Kadne', 'El palacio de la luna', '¡Atchís!', 'La clase'.
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