martes, 29 de septiembre de 2009

Si fuérais Polanski...


Imaginaros que sois un director de cine europeo en EEUU, con relativo éxito, que cimenta su carrera en Hollywood con películas raras pero de gran calidad y éxito de crítica y público. Vamos, que es usted el nuevo emigrante de lujo de California. A vuestra mujer la ha matado un grupo de tarados y encima habéis perdido al hijo que esperaba la pobre esposa. Todo el mundo se congracia con vosotros y os dedicáis ya a la vida alegre para curar las penas. Luego, una noche, después de conocer a una chica de 13 años que no es precisamente casta y pura, vais a casa de un amigo vuestro, actor de éxito, y juntos seducís a la chica, que apenas necesita un par de copazos para bajar la guardia. Es menor, pero parece ser que ha consentido. De hecho, lo dijo expresamente. Entonces el padre de la chica se entera y monta un escándalo, os detienen por violación, posesión de drogas y sodomía y un juez ultraconservador con ganas de juerga quiere meteros en la cárcel con los chicos de la galería C, adictos todos al jabón en la ducha. Ejem. ¿Qué haríais? Obvio: largaros. Y eso hizo el pobre Polanski, cuyo único delito fue tener gustos peligrosos en la cama. Ni la propia chica, hoy cuarentona, quiere que extraditen a EEUU a uno de los directores de cine de más talento que ha dado Europa.
Mucha gente ha salido en su defensa porque aplicar una ley 30 años más tarde no es justicia, es capricho. Así de clarito. Y que los ejecutores de la orden sean los suizos, molesta más. El mismo país que aceptó sin rechistar y cara de amigo del alma más de 500 millones de dólares en lingotes de oro de los nazis, que ayudó a escapar a cientos de oficiales nazis y que incluso aceptó en depósito bolsas con dientes de oro arrancados de la boca a los judíos de los campos de concentración. Manda narices que sea precisamente ese país de cadáveres en los armarios y que guarda en secreto los millones de dictadores, estafadores, mafiosos y corruptos, el que haya detenido a Polanski. Una pena, una tristeza. El talento puede terminar entre rejas por culpa de un juez miserable y un país igual de miserable que en 500 años de historia sólo ha inventado dos cosas: el reloj de cuco y el queso fundido. En serio, Alemania y Francia deberían repartirse los cantones suizos, total...


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno. La historia está llena de actos imbéciles y esta es uno de los más clarividentes. Lástima de no tener un Jesús que entre a saco en ese país lleno a rebosar de fariseos.
Siempre os encuentro algo que me rechina, pero esta vez ¡¡chapeau!!
Un lector aprendiz