Si hay un escritor alucinado en la Historia de la Literatura, si hay alguno que realmente ensanchó los límites de la ficción hasta el lirismo onírico exacerbado, ese es H.P. Lovecraft (1890-1937). En todo ese tiempo apenas salió de su localidad natal de Providence: sólo en Nueva York. La excusa que tenemos es que la editorial Valdemar ya tiene en su catálogo su obra completa. ('Narraciones Completas. Volumen II'. Valdemar. 942 páginas. 35 euros). Su imaginación desbordante le atenazó desde muy pequeño, y le llevaron a crear, con los años, una obra escrita que deja a la altura de la gárgara al resto de supuestos maestros del terror. En cierta medida, es la versión más exagerada del grandísimo Edgar Allan Poe, pero por otros medios. Donde Poe puso el romanticismo y la novela gótica, Lovecraft pone el nuevo terror moderno más materialista y menos espectral: alienígenas, mitología arcana, universos paralelos, viajes en el tiempo. Básicamente, horrores arcanos y primigenios desde el nacimiento mismo de un universo en el que la humanidad desempeña un papel insignificante.
Toda su obra se basó en la localidad inventada por él mismo en su añorada y querida Nueva Inglaterra: Arkham, curiosamente el mismo nombre del asilo en el que los creadores de Batman encarcelaban a todos los enemigos del personaje. Su influencia sobre el resto de escritores es tal que durante años muchos otros alimentaron el cuerpo central de su obra, los Mitos de Cthulhu (en la imagen), una mitología propia que sus discípulos y lectores engordaron con nuevos relatos. Desde el cómic a Stephen King, todos le reverencian sin dudarlo. En su obra hay una mezcla total de géneros, desde la ciencia-ficción al terror clásico, sin apenas paredes que se interpongan. Su entrada de lleno en el siglo XX lo hizo por la puerta grande con nuevos mitos y la inclusión, muy destacable, del elemento alienígena en la literatura, hasta entonces inédito. Es más, fue él uno de los primeros en alimentar el mito de que una raza alienígena creó a los seres humanos con su tecnología ('Las colinas de la locura'), idea descabellada en el 1900 pero que hoy está hasta en la sopa. Resumiendo: el señor Lovecraft metió el terror literario en el siglo XX. Del otro se encargaron dos guerras mundiales y varias pandemias.
Sólo hay un punto oscuro en su obra y su vida: su nunca negado racismo. Realmente era un anglófilo extremo que en sus 47 años de tormentosa vida dejó rastros escritos de toda su parafernalia de tópicos y clichés contra africanos, orientales, europeos románicos y eslavos, o incluso los judíos, aunque aquí más levemente. Todo servido para que infames como Michael Houllebecq se hayan explayado en sus miserias personales (pero de éste ya hablaremos otro día). También hay que asociarle una marcada misoginia escondida detrás de la formulación de sus personajes femeninos: ariscos, traicioneros, sin sensibilidad sentimental y donde el amor sólo es platónico. Casi parezca que Lovecraft fuera la versión oscura de Lewis Carroll. No como el adoradísimo Poe, todo amor, pasión y alcoholismo. Será cuestión de gustos. De todas formas, el talento de Lovecraft es innegable y recomendamos vivamente que ensanchen las arcas de Valdemar: edición en tapa dura y de calidad. Merece la pena.
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