
Básicamente: si no has visto Star Trek, leído ciencia-ficción, cómics de Marvel o DC, si no has jugado nunca al Halo o no has estado en tu vida en contacto con Dungeons & Dragons, entonces estás perdido. Esta serie, que recomendó hace muy poco Menudina (tiene un gusto refinado para la ficción en TV la niña), es un tributo cultural a una parte importante de la generación alentada en los 80 y 90 y que vive en un bucle cerrado, en un mundo donde las neuronas pesan tanto como las hormonas y donde es fundamental ser un iniciado. De lo contrario no le verá el espectador la gracia ni aunque se la señalen. Así entenderán por qué Sheldon (la nueva versión extrema del siglo XXI, y no judía, de Woody Allen) casi tiene un orgasmo cuando la vecina le consigue una servilleta firmada por Leonard Nimoy y con sus mocos; por qué se gastan 400 dólares en una reproducción exacta de la máquina del tiempo de H.G. Wells, o por qué Halo es como la Ilíada y la Odisea juntas al alcance de un botón. Totalmente recomendable, y el que consiga las temporadas en pirata que avise a los demás, que todos tenemos derecho a reír. Y pensar que todo esto empezó con Matthew Broderick y 'Juegos de guerra'...
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