La melancolía de la lluvia y la nieve siempre hacen brecha en los muros, y mucho más cuando ni esta ciudad ni el mundo dan algo que no sea la tristeza de ver que el ser humano no aprende nunca y se lanza una y otra vez contra la misma piedra.
"Sonaba John Coltrane de fondo, las luces doradas y tenues, casi extinguidas, el aire con aroma a jazmín y menos cargado de lo que podría imaginarse Kavafis, que seguía apoyada en la oscuridad del fondo de la sala, entre sombras, con los ojos encendidos en busca de algo. Lo encontró en una silueta delgada y arqueada. Fina melena azabache, rostro anguloso, ojos negros como tizones de carbón consumido. Subida a un taburete, una curva detrás de otra, las caderas anchas, las piernas cruzadas, atenazadas por el miedo al mundo, a sí misma o a un pasado que pudiera volver para hacerle daño de nuevo. Las manos pálidas, aferradas a una copa como si fuera un salvavidas, la vista perdida, en todas direcciones y siempre en el mismo punto: el amplio espejo que se abría en un lateral. Kavafis la silueteó mentalmente, la hizo suya con un simple vistazo y percibió que a su espalda brotaban las alas de un ángel que no quería estar allí, aterrada, y deseaba volar lejos, como los arcángeles de Wenders sobre el cielo pasado de un Berlín perdido para siempre en la noche. “Yo entraré en tu corazón con sólo desearlo, yo te liberaré del miedo, yo te haré volar” susurró Kavafis desde lo lejos, los ojos del lobo depredador sobre la tenue curva que empezaba en su cuello y perfilaba el cuerpo hasta los muslos, una gran S mayúscula que buscaba felicidad…”.
1 comentario:
Lo que hace la Navidad, madre...
Te he dejado un comentario en tu post despotricador sobre facebook, página donde cada día comparto enlaces, discuto con mis ilustrados amigos cibernéticos y soy feliz, y gracias a la cual también soy, cada día, mejor persona
Abrazo, majo
Publicar un comentario