Últimamente hay mucho baile de nombres con la generación surgida de los años 70, esa que no conoció a Franco (aunque alguno lo vivió temporalmente). España, como decía Hermes Fitzpatrick, "es un país de ciegos de futuro". Vivimos obsesionados en nuestro presente y pasado inmediato, lo que anula a esta nación de cara al mañana. Hay un nombre que podría ser factible: los "Hijos de la Democracia". Estupendo, pero esta etiqueta es como el país mismo: ciega. Puede que la democracia marcara nuestra vida (somos de esa generación), pero quizás más la de nuestros padres que sí conocieron a Franco y disfrutaron de la libertad. Les recordamos que toda forma humana de vida que naciera entre 1975 y 1980 creció mentalmente no con los libros, sino con el alimento simbólico de lo audiovisual: La Bola de Cristal (anarquismo y subversión), El Planeta Imaginario (el credo de mayo del 68 colado de estrangis), Barrio Sésamo (cultura anglosajona) y el auge de la literatura de épica fantástica. Somos, por decirlo claramente, una generación alimentada no desde la realidad sino desde el triunfo absoluto de la imaginación. Somos mentalmente irreales. Cuando muchos teníamos ocho o diez años y nuestras cabezas estaban abiertas a todo la efigie que recordamos de la infancia es la de Indiana Jones, Darth Vader, Dragones y Mazmorras o ET, y desde luego no es el 23-F, Felipe González o Suárez.
Así que mejor nos dejamos de monsergas y nos damos cuenta de que la siguiente generación creció escuchando en bucle frases como "Haz el mal, haz el capital" (La Bola de Cristal), "No son los años cariño, son los kilómetros" (Indiana), "La diferencia entre cerca y lejos" (Coco, el maestro) o el sello de fuego de cómo somos una generación freudiana hasta la médula: "Luke, soy tu padre". Pueden reírse si quieren, pero esa frase es la marca de fábrica, resume y simboliza la primera generación alimentada audiovisualmente y que conoció a su particular Dante en la sombra oscura de Vader: poder, ascenso, caída y resurrección. La anterior generación estará ahora tirada por el suelo de risa, la siguiente arqueará una ceja intentando sacar la cabeza de la consola, pero cuando la Generación Vader llegue al poder (y no faltará mucho, queridos, vista la relativa decepción de la anterior), amargada por el desempleo y las mentiras del sistema (estudia mucho y llegarás lejos: una mierda), alimentada por un subconsciente sin conexión con la realidad, entonces nos reiremos todos un rato. "Dios te salve, Spielberg", que diría más de uno.
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