viernes, 19 de septiembre de 2008

Siempre nos quedará Mauricio Kagel


Hay cosas que claman al cielo un castigo sin parangón. Qué bonita palabra, "parangón", que es con lo que se podría definir al compositor contemporáneo Mauricio Kagel, muerto recientemente y cuya desaparición es una pequeña tragedia universal. Si mañana muriera Jagger o McCartney todos nos tiraríamos de los cabellos (nosotros no, dicho sea de paso), pero muere un tipo que borracho y desfallecido era capaz de hacer mejor música que los dos mencionados anteriormente. Vivimos tiempos en los que la mediocridad y la ignorancia son elevadas a la condición de forma de vida, aplaudidas y despendoladas sin que nadie llame a rebato o se indigne. Alguien nos avisó del fallecimiento y más de un seguidor apuntó que deberíamos haber hecho algo con su desaparición. De hecho poco antes del grave momento inhumano que narramos. 

Escena de por qué esta furia: salta la noticia, comentada, de que ha muerto Kagel en un periódico. Se hace en voz alta, porque son tres personas. Hay una duda: va a Obituarios. Estupendo, pero de repente, un jefe de sección sin cultura ni rastro alguno de actividad neuronal seria pregunta quién era. La respuesta le deja impasible y contesta a su vez con esta frase: "Ah, bueno, entonces no hay problema, pensé que era alguien importante. Eso, eso, a Obituarios porque para meter a un mindundi...". No hay palabras para expresar el instinto homicida de uno de los presentes, los ojos inyectados en sangre, las ansias nunca saciadas de hacerse un cenicero con el cráneo del interfecto, quizás único uso práctico para su existencia material... 

Cosas como estas son las que hacen que determinada gente se salga de las vías de la moderación y termine en la cuneta del radicalismo, pidiendo la cabeza de otros seres humanos. Y mira que nos esforzamos por entender que el sentido común está reñido con los extremos, y éstos con la eficiencia. Pero no hay justificación para tanto desprecio por una vida humana, por la cultura, por la música. Ese sujeto debería estar retirado, apartado, aislado en algún lugar lejos del resto de la Humanidad para que no moleste o infecte a otros. PEDIMOS PERDÓN por la acidez, pero es que hay cosas que claman al cielo, de verdad. 
Así que a modo de desagravio, descanse en paz, Mauricio Kagel, porque si El País, El Mundo y ABC te sacan, nosotros no íbamos a ser menos. Desde los altares divinos, a la diestra de Beethoven, no llores por ese infame: es uno y los demás somos legión. Siempre nos quedará Mauricio Kagel. 

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