José Luis Garci, el adoradísimo director de la derecha española, otrora gran realizador de las emociones y hoy convertido en soporífero fustigador (¿por qué una película al año, por Dios...?), ha vuelto a ser elegido en la terna para optar a los Oscar. A su lado competirán José Luis Cuerda con 'Los girasoles ciegos' y Gracia Querejeta con 'Siete mesas de billar francés'. Es decir, y por orden de correspondencia: una película más o menos histórica sobre la Guerra de la Independencia, el enésimo peñazo sobre la Guerra Civil y posteriores épocas y una historia urbana sobre mujeres. Lo sentimos mucho, pero por ninguna de las tres pagaríamos en Corso Expresso un céntimo de euro. De las tres quizás la de Gracia Querejeta sea la mejor predispuesta, mientras que las otras son obras de viejos realizadores anclados en los años 60 y 70, incapaces de abrir nuevos caminos. Porque con 50 años uno no abre brecha, simplemente va sobre los raíles que ha construido durante años.
Lo aberrante es lo de Garci: hace la misma película desde hace diez años y antes de estrenarla ya la tiene elegida, y van ya..., ni se sabe. Tenemos la sensación de que Garci entra en la terna simplemente porque sí, porque es una especie de especie protegida dentro del gremio y que debe contar aunque luego no le den ni un premio. En los Goya igual: siempre aparece por algún lado, antes incluso de su estreno, lo que da mucha grima y cierta idea de por qué el cine español es un cadáver resucitado con el vudú de Almodóvar, Amenábar y Santiago Segura. El resto se limita a hacer más de lo mismo. Lamentable. Dioses del Olimpo, ¿cuándo tendremos al Spielberg, el Coppola o el Kubrik ibérico? Si no lo hacéis por los espectadores, por lo menos hacedlo por el gremio, que hace aguas...
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