lunes, 15 de septiembre de 2008

La sutil censura cultural en Salamanca


Un día Almudena Grandes se levantó de la cama y dijo que cuando se despertaba a veces le entraban ganas de fusilar a un montón de imbéciles. Mal vamos si una autora como ella, que tanto ha denunciado los horrores de la represión franquista, termina por convertirse en otra represora más. La libertad de expresión es fundamental, y por eso ha llegado la hora de decir que en Salamanca se veta indirectamente. No es como en una dictadura al uso, que se prohiben cosas. Hay formas más sencillas de censurar: simplemente no llamando. Sucede cuando la actividad cultura de una ciudad depende casi al 90% de la financiación pública o semipública de una caja de ahorros; entonces quien programa, el poder, es el que hace una lista. Se puede vetar y censurar creando sombras alrededor de los autores que no son de la cuerda, o reduciéndoles a quedar como rehenes interesados del partido de la oposición. Ha ocurrido con mucha gente, que si no baila al son de Lanzarote y compañía tienen que hacerlo al del matemático sin alma Fernando Pablos, ese PSOE castizo y renegado que intenta llegar al poder en Salamanca. Para cuando lo haga ya tendrá su lista de amigos y de enemigos, y entonces muchas cosas dejarán de verse en teatros y auditorios, sustuidas por otras igual de parciales (y puede que peores, quién sabe). Ser de izquierdas no es bendición de genialidad o talento, bien lo sabemos los sufridos consumidores de cultura. Así no se hace ciudad, así no se hace cultura, así no se instruye a la ciudadanía. Son tantos los rincones oscuros sin iluminar de Salamanca, la patria de tanto genio atrapado en un pueblo grande incapaz de crearse un perfil útil. Y no, no vamos a repetir lo de siempre: por la diferencia a la grandeza. Ya se lo saben todos y no hacen caso, así que para predicar en el desierto ya están los mesías, no Corso Expresso.

1 comentario:

José Ángel Sanz dijo...

Bravo Corso. Tienes toda la razón. Entre la censura de esos que no llaman, y la autoimpuesta por los que no lo denuncian, se nos escapa lo que algún día Salamanca podría llegar a ser.

Tenemos que pensar algo...