martes, 9 de septiembre de 2008

Bunbury y el plagio


Ya lo decíamos ayer: fusila, fusila, que algo quedará. El plagio es algo tan antiguo como el ser humano, como su cultura. El primer troglodita que se dedicó a dibujar en la cueva tenía a un compañero de gruta a la espalda, sujetando la antorcha. Luego se fue a otra cueva y pintó lo mismo, o algo parecido, y la gente le alabó cuando el mérito era de otro. La copia es la clave de la expansión de los estilos artísticos, así que hasta cierto punto no hay problema. Pero cuando alguien, pongamos que Enrique Bunbury, se apropia de versos de un poeta muerto en 1992 (Casariego) y los convierte en santo y seña de sus letras, sin pagar derechos, y además repite sus frases en las entrevistas como quien no quiere la cosa...., bueno, pues eso, que ya tenemos a una estrella estrellada en las procelosas aguas de la contextualización. Para más información, las ediciones digitales de El País y El Mundo. Saludos desde el último rincón sin plagiar, hahaha.

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