El nacionalismo catalán se ha dado de bruces con el sentido común capitalista, ha medido mal sus movimientos. La ley autonómica que obliga a que la mitad de todo se doble al catalán se ha estrellado con las majors de EEUU, que no entienden por qué en una región perdida de un país perdido de Europa les dicen que tienen que tirar el dinero si quieren poner películas.
Así que las majors hacen números: seis millones de habitantes, en un país donde todo dios piratea las películas, donde sacamos si acaso el 0,0003% de nuestros beneficios y dicen ahora que hay que pagar… pues adiós. El nacionalismo, esa ideología irracional, emotivista y terriblemente reduccionista, mezquina, vuelve a la carga con toda su estupidez, hasta el punto de que los espectadores catalanes podrían quedarse sin estrenos en su comunidad, o directamente, como han amenazado, estrenarlas en inglés y sin subtítulos. Posibles consecuencias: uno, que aumente el número de espectadores del cine español, y dos, que los catalanes perfeccionen su inglés. Porque, como bien dicen los empresarios de los cines, “deberíamos poder programar nuestros contenidos en función de los gustos de la gente, que son nuestros clientes, y no por directrices políticas”. Más lógico, imposible. Pues nada, ajo y agua si son tan necios. Cuándo entenderán que el mundo y la gente siempre va por delante de las ideologías, ¿cuándo?...
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