La foto dice mucho de Nelson Mandela, que cumplió 92 años hace un par de días. En ella no está en su pose natural: sonreír. Es el hombre pegado a una gran sonrisa humana, abierta y llena de astucia política, porque pocos han demostrado tanta inteligencia como él a la hora de la verdad. Le tocó ser el primer presidente negro en Sudáfrica, desmantelar el apartheid y meter a Sudáfrica en el futuro. Pero en todas las fotos sonreía. Aquí no, y por eso es la más auténtica. Es de la primera visita que hizo a Robben Island, el penal de seguridad de los afrikaans y donde estuvo preso durante años. Mira por la ventana de barrotes igual que lo hizo durante muchos años; es libre pero allí dentro su cuerpo adoptó, de forma instintiva, la misma pose que tuvo durante sus años de prisión. El hombre libre rememoró al prisionero. Por eso se asoma a su vida y su humanidad, borra la sonrisa y recuerda todo el dolor y la infamia que sufrió. Ahí sí que es auténtico, es humano, sin sonrisas ni poses, sin inteligencia, sin trascendencia. También podría ser que estuviera fingiendo, pero la foto en sí es un símbolo difícil de superar. No puede explicarse mejor qué ha sido Mandela que con esta fotografía.
miércoles, 21 de julio de 2010
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