Tanto Damon Alexander como muchos otros cronistas, Jules Renard entre ellos en Francia en su tiempo, siempre escribieron los llamados “decálogos de la estupidez”, pequeñas reflexiones sobre elementos humanos cuya influencia en el periodismo, la cultura o la política eran poco menos que rebuznos que no hacían bien a nadie. Ambos creían que la moderación y la tolerancia sin mirara al pasado eran las claves para una vida mucho mejor. Una nación libre se construye desde el respeto y el perdón, no desde el eterno bucle del resentimiento de vencedores y vencidos, de izquierdas o derechas que ya no aglutinan a nadie que no sean fanáticos convencidos. Entre minorías estúpidas anda el juego. Qué pena que no les hagan caso nunca. Un simple homenaje a un poeta como Marcos Ana, recalcitrante comunista y mito de la izquierda, sirve para que todo el abanico de medios de extrema derecha nacionales (especialmente Intereconomía, que empezó como radio especializada y ya es el baluarte al otro lado del río Mississippi, más derechistas aún que ‘La Razón’) haya entrada como una horda mongola contra él. Que conste que no tenemos simpatía por el autor, simplemente le hemos leído en entrevistas y algunos poemas sueltos recogidos en la red. Poco podemos decir de él salvo que no flaquea en sus convicciones.
Al otro lado del río del respeto y la tolerancia por alguien independientemente de su ideología queda la selva descrita por el doctor Goebbels muchas veces: “Miente, grita, insulta, vuelve a mentir, que algo quedará”. Siguiendo la máxima de la propaganda nacionalsocialista y comunista, la clave para destruir un mito está en cubrirlo de mierda hasta donde se pueda, sea mentira o no. Y sobre todo, reclutar al mayor número de conversos imaginable, desde la antigua socialista y hoy ultra Cristina Alberdi o el insigne vascongado Jon Juaristi, que empezó como voz independiente en el País Vasco y ya es un exiliado resentido, monárquico y conservador al viejo estilo del coronel Perkins en 1945: “Si veis alguien vestido de rojo, matadlo”. Menos mal que los Aliados lo quitaron de en medio justo a tiempo… Una pena. Porque al final nos obligarán a hacer nuestro propio “Decálogo de la Estupidez”, que empezará por Intereconomía y terminará por los sindicatos que han esperado tres años para movilizarse, con 5 millones de parados y la reputación a la altura de las bragas de la fulana más barata de la Casa de Campo.
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