Esto de los toros y la identidad de España es un peligro, como un campo de minas. Se pise donde se pise acaba activándose alguna y estallando en los morros. Hoy han votado, en una sesión histórica, los diputados del Parlament de Catalunya y han aprobado abolir la lidia en la comunidad por 68 votos contra 55 y nueve abstenciones que no hubieran servido para nada. Será en 2012 cuando entre en vigor la norma. Eso siempre que los mayas se equivoquen y no se finiquite el planeta ese año. Sea como fuere, ser antitaurino en según qué lugares es un peligro, o una bendición. Detrás de unos y otros hay muchos intereses, mucho más que la defensa de los derechos de los animales o la defensa de una fiesta con siglos y siglos de tradición histórica. Y esa maldita manía de mezclar literatura y arte con los toros no provoca sino rebeliones de más de uno: que Lorca o Alberti escribieran de toros no significa que los toros sean cultura tal y como se define (producto de alguna de las artes). Y sí, Picasso era taurino, pero la obra artística no tiene nada que ver con el objeto. También pintó Faunos y ninfas y eso no significa que esos símbolos sean cultura en sí misma.
Pero al grano: estos debates son esas cosas en las que un hombre o mujer renacentista y prudente debería abstenerse. De haber votado nosotros lo habríamos hecho en blanco. Ni blanco ni negro. Aquí hicimos un post hace tiempo con nuestra idea: como todo en la Historia, la tauromaquia sobrevivirá mientras sea rentable económicamente; cuando ya no tenga público ni apoyos, entonces desaparecerá, ni antes ni después. Y escuchando a taurinos como Javier Reverte y a muchos sociólogos, les dimos una horquilla de 50 o 60 años. El tiempo dirá si acertamos o no. Al eliminar festejos en Cataluña la oferta se concentrará en otras plazas y quizás sean más rentables. En el Rosellón, Zaragoza y Valencia ya se frotan las manos. Allá cada cual con lo que prohíbe o deja de prohibir. De todas formas, la verdadera pena nuestra también fue hoy: Raúl ya firmó con el Schalke 04. En fin, otro mito que se apaga…
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