jueves, 23 de octubre de 2008

Venancio Blanco y las "lenguas de serpiente"


En esta ocasión las letras las pone Corso Expresso, pero el espíritu lo pone una gran periodista harta de toparse con fenicios de la fama y la fortuna que nos ha pedido el favor. El escultor Venancio Blanco, uno de los grandes de la neofiguración de la posguerra, acudió a Salamanca para presentar 'Teoría y espacio en el taller del escultor Venancio Blanco', un ejercicio de onanismo literario perpetrado por dos cortesanos que anidaron hace tiempo en el taller del autor. Por un lado Nuria Urbano (de quien los periodistas, y mucho más nuestra cómplice, dijo que "cualquiera puede escribir un libro, y yo creo que esta tía tiene un poco de retraso"), una rubia mona que no dio pie con bola a la hora de hablar del artista, presente y al que no le dejaron decir ni mu hasta el final. Porque cuando uno trae a un artista, "hay que empezar por lo importante, por él, y no dejarle para el final" (AC dixit). Y para culminar, Gerardo Díaz, un asturiano con ínfulas de sacerdote que se mencionó a sí mismo en cinco ocasiones cuando en realidad tenía que hablar del pobre Blanco, que tenía la boca seca y no paró de beber agua, de mencionar al "expulsado" Paco Blanco (antiguo director de la Fundación Salamanca y que ni está ni se le espera, y más con Isabel presente) y de hacer divagaciones propias de quien ya está de vuelta de todo. El libro, además, se edita con DINERO PÚBLICO a un precio de 20 euros en una tirada limitad de 500 ejemplares.
Si a todo eso se suma que la escultura es el arte que más alejado ha quedado del gusto del público y de los medios de comunicación, entonces ya tenemos el pastel del despropósito servido. Venancio Blanco se merecía algo mejor, tener más tiempo la palabra y sobre todo no viajar acompañado de dos eunucos mandarines que le aislen del mundo. Las canas y la experiencia merecen algo más de respeto por parte de las instituciones, sobre todo de un hombre que podría haber contado mucho más si no fuera por los "lengua de serpiente" (como decía Tolkien) que le rodean. Que pena, oiga...

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