¿Creen ustedes que llegará el día en el que el trabajo no sea fuente de frustración inagotable? ¿Llegará el momento en el que la frase subversiva de Sartre “el infierno son los otros” sea desterrada para siempre? ¿Será posible que compartir el aire y oficina con otros seres humanos pueda convertirse en un via crucis de indeterminadas consecuencias? El Equipo Corso Expresso quiere hacer hoy un pequeño llamamiento de denuncia para todos esos vagos, perezosos, jetas, bastardos insolidarios, ególatras, trepas, inmaduros que se creen que trabajar menos es más, mediocres que se ríen a mandíbula batiente de su ignorancia (y hacen honor a la célebre pregunta de Arthur Franklin Mongomery: “¿de qué te ríes, imbécil?”), escaqueadores profesionales de sus deberes contractuales, gentuza que prefiere expandir su mala baba y fatalismo por doquier en lugar de hacer de la vida algo mejor, o directamente todos esos que hacen escuela de Robinson Crusoe, que en el aspecto laboral se transforma en “yo me lo guiso, yo me lo como, habida cuenta de lo estúpidos que son el resto”. Cada uno lleva su cruz, y en Corso Expresso la llevamos con honor: a poca gente parece hacerle mella la laboriosidad propia y prefiere nivelarlo todo a fuerza de martillear el trabajo ajeno. El matemático Zuazua tenía razón: en España se igual siempre desde el mínimo común denominador y se mata el genio. Sufrimos en silencio. ¿Vengaremos también de la misma forma?
PD: perdonen la acidez y mala leche, pero es un domingo para olvidar en todos los aspectos.
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