"Ojos verdes hundidos en un mar azul que lo inundaba todo. Su silueta oscura, de negro inmaculado, sin apenas imperfección que mellara la tiniebla que la envolvía, se recortaba contra la enésima tonalidad que bañaba la estancia, azul, azul magenta, azul electrificado, azul intenso y perfecto. Sus ojos, sus rasgos repletos de curvas, su pelo recogido en trenzas, el sueño aniñado y lejano, serio, sin sonrisa alguna, intenso, duro, como un puñal clavado entre las costillas para partir en dos el corazón de Kavafis, incapaz de moverse, de no hacer otra cosa que no fuera mirar, dejarse llevar, morir allí mismo un millón de veces y bañarse en ella. Dejó de respirar, de pensar, de ser, simplemente empezó a existir a partir de la imagen de Beatrix ante ella. No amaba, había muerto al verla".
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