Dedicado a la auténtica poseedora de los mares de esmeralda, cuanto más lejos más ansiamos poder mirar en el fondo del abismo verde:
"Cuanto más miraba Kavafis en su rostro, antes perdía el aliento. La respiración se ahogaba en medio de las tripas, con los pulmones apretados contra el corazón, el agujero negro que tragaba sangre, vísceras y alma para luego bombearlo todo sin orden. El ansia podía con todo, con las paredes, con las ventanas, las puertas, con aquel hombre despreciable que la tenía totalmente subyugada sin necesidad siquiera de ponerle la mano encima. Envidiaba al bastardo porque entre sus dedos aleteaba el alma de Beatrix como si todo fuera suyo y le perteneciera, como si fuera su esclava. Podría haberse ido de Berlín cuando hubiera querido, pero deseaba profundamente quedarse junto a él, compartir el aire, las palabras, las miradas, las puestas de sol que se hundían en los mares esmeralda de sus ojos acuosos e inabarcables, el ala del ángel que venía en su busca. Kavafis había visto el primer ocaso de su mundo en aquellos espejos infinitos, había visto al sol hundirse en mares de esmeraldas puras, resbalar lentamente por los rayos del iris de Beatrix sin apenas poder evitar derramar una lágrima. Kavafis dijo: Mi alma se ha refugiado en tus ojos porque no soporta seguir dentro de mí. Ella sólo parpadeó y la observó deliciosamente, como quien saborea la nata en la boca, aunque él estuviera al otro lado de la pared o a millones de kilómetros".
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