sábado, 25 de octubre de 2008

El fiasco de un premio para la galería


Perdón por la tardanza. Ya saben los fieles que si un día fallamos, al siguiente damos el doble. Para empezar podríamos hablar de cómo cada día los premios de instituciones a personas se contagian más (y sin remedio) de la censura fascista de lo políticamente correcto, otra forma de cortarle las alas a la mente, sólo que al revés: si antes se hacía por el bien de la mayoría, ahora se hacer por el bien de las minorías y corporativismos absurdos. Los Premios Príncipe de Asturias son un ejemplo de cómo la opinión pública del momento pesa más que los méritos reales de la persona. Por ejemplo: se lo dan a Rafa Nadal, un pipiolo de 22 años recién cumplidos y que podría jugar hasta los 32 si le diera la gana: ¿por qué ahora y no dentro de diez años cuando sea un dios del tenis? Lo mismo a Ingrid Bethancourt: ¿por qué ahora que está libre y no tuvieron arrestos de dárselo cuando aún estaba en cautiverio, cuando ese gesto hubiera pesado infinitamente más y habría hecho más por la causa de la democracia en Colombia?, ¿por qué al equipo de basket de España por el Mundial y no a Ballesteros, a Nieto, a Raúl, a Puyol...?, ¿por qué todo está tan intoxicado de buenos pensamientos, el buen rollo que acaba por esterilizar todo? ¿Acaso no quieren en Asturias que sus premios sean como los Nobel? Pues vais mal, muy mal, porque en Suecia se premia el genio y el talento, no la cantidad de portadas, y los gestos se hacen de cara a la historia, no de cara a la galería... Vamos, que se lo dan a Corso Expresso y nadie movería un dedo para ir a recogerlo, como Jean Paul Sartre, que lo rechazó pero luego preguntó si podía quedarse con el dinero. Ah, la vieja hipocresía francesa...

No hay comentarios: