1. Hace ya más de 2.000 años y pico, en la Atenas de Pericles, un filósofo le preguntó al gran líder de la época más gloriosa de la democracia griega por qué no se pagaba a los políticos electos. Él respondió que la política era un deber ciudadano; participar en ella, aunque fuera por la fuerza, implicaba que el egoismo de cada uno se moviera hacia el bien común. Si se pagaba a un político, éste esperaría trabajar sólo por el beneficio personal, dejando de lado los problemas públicos para ocuparse sólo de esa paga que le llegaba. Mucho tiempo después la democracia moderna decidió asalariar generosamente a los políticos para evitar que otros les dieran dinero para corromperlos. Si ganaban suficiente, decían, no se dejarán tentar tan fácilmente por los sobres llenos de billetes.
2. Ahora ya no es un problema de egoísmo o de corrupción, sino de espíritu. En una reciente comparecencia de prensa, un concejal se sentó a la mesa junto con otros tres. Sólo éstos hablaron, mientras él se limitaba a mirar y lucir palmito sin abrir la boca. Estaba porque se suponía que debía estar, y esa fue su única misión: mantener las apariencias ante un alcalde con tendencia al divismo. ¿Por qué pagamos a políticos burocratizados que ya no trabajan sino que se limitan a mantener las apariencias, que viven por y para la inercia? ¿Para qué sirve una clase política que cada vez se parece más a una mafia que se perpetúa en el poder sea cual sea el partido, siempre bajo la apariencia de técnicos y que se inmortalizan en el puesto porque "son los que saben de esto"?
3. No son políticos, son los mismos mandarines del imperio chino que aislaban al emperador de la realidad, son los mismos Lengua de Serpiente de los que hablaba Tolkien. Dicen que la democracia auténtica no es posible en lugares con más de 10.000 habitantes, porque se convierten en sistemas indirectos donde es imprescindible delegar; sin embargo en Salamanca, con 150.000 habitantes, sí que podría ser viable si todos fuéramos más activos y no meros espectadores ociosos y adictos a delegar soberanía por pereza. Asco deberíamos darnos al mirarnos al espejo, porque todos los abusos son consecuencia de nuestra dejadez, la misma que nos convierte en monos estúpidos para su conveniencia, que ni ven, ni oyen, ni escuchan. Por la grieta imperfecta del sistema se cuelan los gusanos y los parásitos, no lo olviden nunca.
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