El fenómeno fan es una esquirla incontrolable de los deseos. Un ejemplo: mister OCP, un tipo cuyas iniciales son iguales que la compañía futurista que construyó a Robocop…, pero ésa es otra historia. OCP tenía una daga clavada en el corazón. Se llamaba U2, otras siglas que recuerdan siempre a otra cosa. Para todo el mundo es el gran grupo irlandés de los años 80 y 90, el único que va camino de ser otro Rolling Stones cuando los originales no encuentren la fórmula de la inmortalidad a tiempo. Para mucha más gente U2 era el nombre en clave de los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, el nombre de varias líneas de metro de Alemania y Austria, y también la nomenclatura del avión espía americano de la Lockheed que hizo estragos en la URSS en los años 50 y 60. Para nuestro super fan era una cimitarra que le pasaba de un costado a otro: estuvo más de media vida queriendo ir a verlos y siempre salía mal la jugada, bien por dinero, por tiempo, por ganas.. y por fin lo consiguió. Sus bufidos de alegría se hacían casi sexuales cuando su novia avisó de que tenía las entradas, y de que además había conseguido otras dos mejores que se podrían revender para pagarse el viajecito desde Salamanca a Barcelona, donde actuarán el 30 de junio. Y aquí paz y después gloria. Lo que no se haga por la música no se hace ni por la madre propia o ajena. O no.
Pd: Aquí también somos fans, pero con acidez de estómago desde que un gallego nos dijo eso de “¿Para qué voy a seguir a otros cuando puedo seguirme a mí mismo?". Pues eso...
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