No falla. Las cafeterías son el espejo en el que se mira la Humanidad. En una de las más cercanas a la Pontificia se reúne, de vez en cuando, el Club de las Laringes Rotas: son todos profesores, viven en torres de marfil invisibles funcionariales, son exigentes y por supuesto, hipócritas. Todos tienen en común, además, uno de esos detalles superficiales que tanto valen para etiquetar: hablan como camioneros con ronquera, con las gargantas en carne viva por su vicio supremo, el tabaco. No hay manera de no escucharles. Se apelotonan alrededor de un café, ponen a parir al gobernante de turno (porque ser de derechas no implica no dar guantazos a todos lados) y se lamentan de la pérdida de los valores familiares. Como también hay algunos de izquierdas (que se caracterizan por tener la voz un poco menos triturada) igualmente se lamenta la pérdida de los valores sociales.
La cuestión es llorar las utopías perdidas: eso sí, el rojo de turno no duda en reclamar hasta el último euro, pasa por delante de un pobre músico callejero y se queja de que le dejen tocar frente a su cafetería preferida, o directamente habla del último portátil que se ha comprado (por supuesto, un Mac de diseño que no baja de los 1.200 euros). En cuanto al conservador, es mucho más telúrico: habla de la familia sin parar, de cómo han arrinconado a la Santa Madre Iglesia y en cuanto pasa una estudiante aligerada de ropa por el calor veraniego es capaz de hacer girar su ancho y orondo cuello como si tuviera 15 años y retar a la niña de 'El Exorcista' en torsión cervical. Luego sonríe cómplice al izquierdista al que odia pero al que necesita para tomar sus cafés. Lamentable. Bienvenidos al Club de las Laringes Rotas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario