Se acabó lo que se daba. El Festival vive ya sus dos últimos días y todo lo que podíamos decir ya lo hemos dejado bien clarito. A riesgo de repetirnos, podemos dejar una píldora del año anterior que nos sirve también ahora para resumir: “Sin pedagogía no hay vanguardia”. Es decir, que el pueblo llano no alcanza a comprender la vanguardia si ésta no despliega una labor de información desmesurada. Lo peor de todo es que salvo para mentes sensibles, abiertas y con ganas de aprender, muchas cosas no son entendibles y casi siempre terminan en reacciones tópicas como “¿Y esto se paga con dinero público?”, “A cualquier cosa llaman arte” o una de las más famosas, “Si es que no saben conectar con el público”. Sólo una lección para el futuro: ¡No tocar jamás el patrimonio monumental, ni de refilón! Sea como fuere, pobre Festival, pobre Guy Martini, qué lastima de dinero y energías perdidas. Es un problema sin solución, porque se necesitarán generaciones para que la gente aprenda a apreciar… ¡Vaya!, ¡ya nos estamos repitiendo otra vez! Le Festival est mort, o como narices se diga. Nuevos desafíos se acercan en el horizonte... O no. Por cierto: en Salamanca hay 39º y subiendo; nos vamos a freír huevos en las conchas con corbata...
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