viernes, 19 de junio de 2009

El nuevo Kubrik

Vamos a explicarles por qué el nuevo Coppola, o el nuevo Spielberg, podría ser español. Sólo en un país totalmente abandonado a la piratería pura y dura como España. Nación que sería el hogar del tipo que una noche, mientras da vueltas a su Heineken fría en la barra de algún bar de Malasaña, esperando a algún amigo igual de freak que él, se da cuenta de que sólo hay un camino frente al hecho inexorable de que la cuarta oleada tecnológica desde el siglo XVIII se haya llevado por delante el cine y la música industrial. Si no puedes con él, únete. Esto es, en lugar de hacer archivos encriptados o poner bajo arresto a todo el personal de la productora para evitar que se filtren los originales, sería mucho más fácil soltarlo todo en alta calidad por la red, gratuitamente, pero cobrando pequeñas cantidades irrisorias. Sólo dos euros (lo que cuesta un disco en el top-manta) por descargarte rápidamente su película. Luego, si quieres extras y un formato más manejable, está el DVD, que vendería por diez euros.

Porque la proyección en el cine sería cosa del pasado, sólo reservado para pases de lujo que incluirían cenas y copas, para atraer gente (pagar 7 euros por algo que tienes gratis en casa es absurdo, o un capricho tan esporádico que su supervivencia económica es inútil). Sería joven, sin etiquetas, con un lenguaje universal que combinara fondo filosófico con formas nuevas, con aspiración por hacer cine universal pero sin encasillarse en un género. Tendría que ser como el más grande de todos, Stanley Kubrick, y si un año hace una película sobre una pareja de jovencitos modernos de Madrid al siguiente otra sobre la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, por ejemplo. Se ocuparía, por ejemplo, de financiar la siguiente con el beneficio de la anterior: si es un taquillazo por número de descargas o DVD vendidos, haría una producción grande; si es poco el dinero, un film intimista. Parece reduccionismo, pero en realidad es simple sentido común que no hará nunca ningún director de cine con más de 40 años en estos momentos, ni de los jovencitos consagrados. O el sistema cambia, o el cine estará muerto en apenas 20 años.

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