martes, 11 de noviembre de 2008

La falacia - El escorpión anda suelto

Todo el mundo debería leer a Sun Tzu y a Maquiavelo, no por cuestiones prácticas de que todos vayamos a hacer la guerra o a ser príncipes, sino porque esos libros esconden sabios consejos sobre lo que no se debe hacer. De hecho, vamos a hacer una pequeña colecta para enviarle varios ejemplares a determinado periodista taurino que vuelve a caer en el error de confundir lo amado con lo verdadero. Juramos y perjuramos no volver a hablar de toros, y todavía, mientras nuestro negro literario le da a la tecla con esta entrada, dudamos de si merece la pena volver a dejar suelto al escorpión. 

Pero es que ciertas cosas no son de recibo, por muy simpático y entrañable que sea el tipo en cuestión. Que sin duda parece serlo. Meterse con alguien, y más una periodista con una carrera tan sólida como comprometida, simplemente porque no le gustan los toros y lo dice públicamente, no sólo no es de recibo sino que perjudica gravemente a lo mismo que defienden. Si ella siente repugnancia por los taurinos, entonces más razones para pasar olímpicamente de ella. La clase, que decía don Santiago Bernabeu, se basa más en saber hacer oídos sordos a determinado tipo de comentarios que en cargar como la brigada ligera. 

Especialmente si se hace con el argumento de que "ella no ve" las cosas que supuestamente él si ve. Eso se llama "falacia ad sapientia", y por desgracia es tan común en España como la intolerancia: sólo yo veo algo bueno en eso, y si los demás no lo aprecian también, entonces es que no entienden y por lo tanto sus críticas no son de recibo. Resultado: el taurino comete el mismo error que la periodista. 

Ejemplo: vaya usted a ver un concierto del Smash Ensemble de Salamanca, que hace estrenos de composiciones contemporáneas de primer orden, mundialmente reconocidas por su calidad. ¿No lo entiende?, ¿le resulta aburrido? Ah bueno, entonces es que usted no sabe (porque no entiende) y sus críticas son producto de su ignorancia supina en música, y además lo voy a soltar a los cuatro vientos... Si ella mete la gamba, no vaya usted detrás con un plato para hacerse un cóctel. Y ahora sí, no volveremos a hablar de toros jamás. 

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