Otra de letras, disgustos y conmemoraciones. Se cumplen 15 años desde que uno de nuestros ídolos, Arturo Pérez-Reverte, publicara 'El Club Dumas', mezcla de amor bibliófilo, leyenda, ocultismo y ganas de marcar una pauta. "No cambiaría ni una coma, sería como renegar de mi vida en aquellos años", ha dicho en una entrevista el genio. Admira, además, a Eduardo Mendoza y Juan Marsé. Negro nubarrón se cierne sobre nuestras frentes...
Del primero sólo diremos que la inmensa decepción de leer su último libro 'El asombroso viaje de Pomponio Flato' no debería empañar la reputación de un buen escritor. Vamos a darle el beneficio de la duda. En cuanto al segundo, ya nos hemos explayado suficiente, así que no haremos más sangre para que los amantes de la cordialidad no se atraganten con el sandwich mixto del desayuno. La verdad es que, bien pensado, a Pérez-Reverte, nuestro rey Arturo, le pega leer a Marsé (ambos le dan a la lengua con la misma degeneración castiza), y puede que sólo sea una mezcla de prejuicios, envidia estéril y algo de flema británica lo que nos hace renegar de sus libros. Pero oiga, es que cuando se va por la página 30 y el libro se le cae al lector sobre la cara del sueño que tiene... En fin. Lo lamentamos.
Después de todo más de uno en este Equipo se crió leyendo a Poe, a Verne, a Quevedo, al señor Anónimo (cuántas grandes obras hizo..., hahah) o al más grande de todos: Homero. Te reverenciamos, Arturo, pero la excepción confirma la regla. Al final siempre seremos más de Chesterton (como decía nuestro particular Viejo de la Montaña, "somos podridos ingleses encerrados en cuerpos de gloriosos españoles").
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