
Ahora, sus descendientes, Nike Wagner (bisnieta), Wolfgang Wagner (nieto), Katarina Wagner (bisnieta hija de Wolfgang) y Eva Wagner (también bisnieta e hija del primer matrimonio de Wolfgang) se tiran de los pelos y del bolsillo para poder controlar la gallina de los huevos de oro, un festival que ya sólo es un atractivo punto para las élites burguesas japonesas, alemanas y americanas y para los críticos musicales, que van a destrozar todo lo que no les guste. Si hubiera algo así en Salamanca probablemente lo alabaríamos sin cesar por su capacidad de convocatoria, aunque los abonos y entradas estén agotados de un año para el otro. Sin embargo, la lucha fratricida en la familia Wagner puede convertirse en todo un culebrón para una música que sólo escucha el 15% de la población alemana. Sinceramente, ¿hay alemanes a los que les interese de verdad la historia de Parsifal? ¿a los mismos que ven jugar al Bayer de Munich, que escuchan música de Rammstein y votaron al SPD o a Angela Merkel en las últimas elecciones...? Va a ser que no.
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