Hace ya tiempo que somos auténticos fanáticos del cómic en Corso Expresso, no como un simple divertimento o similar, sino como un “noveno arte” que empieza ya a romper las barreras entre la ilustración y el arte. El estrecho mundo de los creadores supuestamente serios comienza a abrirse (de mente y de piernas, que diría alguien) a nuevas formas de entender el dibujo y del cómic (con sus propias normas, reglas, usos, costumbres y tendencias) como una forma de pintura avanzada en el que los géneros y estilos de siempre (vamos, del siglo XX) ya no tienen cabida. El cómic es un hijo bastardo que ha salido muy respondón, y que lejos de mantenerse al margen ha decidido volver por casa de Madre Pintura y decirle todo lo que no le dijo cuando se fue dando un portazo, allá por los años 40 y 50 del pasado siglo. Un ejemplo de ese cómic avanzado es David Aja (1977), pucelano forjado en las herrerías de Bellas Artes en la Universidad de Salamanca y que trabajó incluso para la Marvel, uno de los templos del cómic mundial. Luego, cuando ha ido por libre, ha creado nuevas historias que funden como nada en este mundo la literatura con el cómic. Hay muchos como él en España, pero todos se exilian artísticamente porque el cómic en España no tira si no es erótico o para niños. Mal vamos, pero se puede recuperar el pulso.
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