Habría que definir el concepto música de otra forma. O cuando menos tener otra palabra para concretar aquello que es algo más que sonido, o canciones o “cosas con forma sonora que parecen música pero que no lo son”. Especialmente cuando se trata de la música española, un laberinto lleno de recovecos donde se cuela el sentimentalismo barato con la frivolidad más insulsa. La música española está llena de letras pretendidamente poéticas que no son más que una amalgama de lugares comunes sin más atractivo que los oídos rebajados de quien quiera escucharlas. Porque el gusto es libre, incluso cuando se equivoca.
Marta Sánchez, en palabras de agudo espectador que pasaba por allí, es un error del devenir universal. En el fondo Javier Panera tenía razón, igual que muchos otros. Porque cuando una frase se convierte en repetitiva en boca de muchas personas pasa de opinión a ley no escrita. Y eso que él no fue el primero en decirla, simplemente confirmó el temor: “Salamanca es una ciudad muy complicada”, a lo que habría que apostillar “y mucho más para la música”. Ya hemos hablado tanto de las programaciones que no merece la pena volver de nuevo a lo mismo: se piensa en todos, y cuando en la mente está el gusto mayoritario pagado con dinero público el listón de la calidad cae como mil toneladas. Se salva Raimundo Amador. Por lo especial que es, porque lleva toda la vida haciendo lo que le da la gana y muy bien, razón por la cual ha conectado con el concepto superior de música y no “sonido más o menos organizado”. Si se usa dinero público y se piensa en la mayoría, repetimos, surgen cosas como las fiestas de los 40 Subnormales (o sea…), Bustamante, Manuel Carrasco… o la resurrección de los muertos, como Rosendo. Muy loable todo en él, y muy bien montado, pero empieza a parecerse a Kenny Rogers y eso da mucho, mucho miedo. Por eso es fundamental que haya empresarios o productores independientes en la industria cultural, porque se arriesgan, porque apuestan por algo concreto con un público concreto y fiel (como La Alquitara con el blues y el jazz), y porque pueden fichar a quien sea sin necesidad de pagar luego réditos populares. Ahí sí que existe una dictadura de la mayoría. Y pensar que Radiohead pasó por esta ciudad…
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