A la espera de ver ‘Balada triste de trompeta’, Álex de la Iglesia se ha llevado dos leones de plata por la película, mejor guión y mejor director, muchos aplausos, muchas risas y carta blanca para marcarse un speech ante los medios que, probablemente, le va a dar más de un dolor de cabeza. Por las patadas. Citamos: "En este momento nadie hace nada nuevo. Somos todos farsantes. Éste es un festival de farsantes. Obviamente todos disfrutamos de copiar el trabajo de otros y eso se llama posmodernidad". Escribimos con la nariz y aplaudimos porque puyitas así bien merecen leones, sean de oro, plata o cartón-piedra. Lo que no tiene precio tampoco, por reactivo, es la cara de mala gana de Sofía Coppola, una buena directora de rostro petrificado y sin carisma, que puede tener algo del talento paterno pero no el saber vivir mediterráneo de Mr. Francis Ford Coppola, un genio sin fronteras ni límites. Y él no era un posmoderno. Era moderno porque creó cosas nuevas. Otros, como bien dice Álex, copian y miran para otro lado. Esperamos que la balada sea una buena película, porque lleva años decepcionando a muchos de sus fans (último brillo, ‘La comunidad’, y sólo en algunos tramos) esperan la resurrección del padre de la bestia.
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