Ya está tocando las narices la rabelasiana clase política que nos ha tocado tener y sufrir. Ante la carga de críticas contra el nombramiento de Arturo Pérez-Reverte como comisario de la exposición del Bicentenario de la Constitución, la Pepa, en Cádiz, el escritor ha dimitido y adiós muy buenas. No estuvo dando tumbos como un zombi por medio mundo durante la primera mitad de su vida para ahora tener que sufrir los latigazos de gente que él sabe definir muy bien. Ha sido IU, ese cadáver que no anda sino que levita, el que le ha dado la puntilla al cargar contra él a toda velocidad. Así que Pérez-Reverte ha dicho que no se mete en tonterías y que se va para no tener que dar más explicaciones que las de un ciudadano normal. Entre otras críticas se le echó en cara lo de tener un sueldo de 400.000 euros totales, un punto que no fue nunca verificado. Así que ya hay un puesto laboral a disposición de quien quiera recibir pedradas.
Respecto al Bicentenario salmantino, y para no andarnos con bobadas, es mejor hacer lo mismo que el Ayuntamiento de Cádiz y darle los mandos del recuerdo de Arapiles y de la liberación de Salamanca a quien realmente sabe: quizás una dirección colegiada, con Martín Más, Tomás Hijo y algún catedrático de la Usal especializado. El pelotazo mediático sería tremendo en Salamanca, y dos tipos que saben montárselo bien ayudarían a que la gente no se olvidara que el suelo que pisan fue el mayor campo de batalla de principios del siglo XIX junto con Moscú y la Rusia europea o Austerlitz. Estas cosas es mejor dejárselas a los letrados, a los que piensan, a los que tienen ideas para hacer bolas de nieve con guijarros y no intereses creados, ayuntamientos que regir, elecciones que ganar y cónclaves de partido en los que dar cera, pulir cera, por decirlo con algo de estilo.
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