A la Universidad de Salamanca le entregan una edición moderna de Aristóteles con anotaciones de Heidegger y los medios lo cacarean como si hubiera entrado en erupción el Vesubio. La gran (pérfida) pregunta es: ¿saben de qué hablan o repiten el texto de agencia de otra agencia de alguien de prensa que a su vez ha mirado el libro, pero sin leerlo? Nos jugamos un billón de euros a que sólo 1 de cada 10 sabe quién es Heidegger de verdad más allá del nombre alemán que suena lejanamente a intelectual, padre de la Nada como ente propio, esto es, el topicazo de la “nada nadea”. Heidegger es mucho más (bueno y malo, como su compromiso con el nazismo del que nunca se retractó públicamente), fue un acicate y un iniciador de olas sucesivas dentro de la filosofía no anglosajona (el giro lingüístico, la hermenéutica y el existencialismo del siglo XX), pero no hay sitio ni ganas, que luego las migrañas son demenciales. Menos mal que también iba en el lote de entrega una carta de Unamuno (este es más conocido…) y otro que sí que es una verdadera joya, ‘Kant, Immanuel: Kritik der reinen Vernunft. Riga' de J. F. Hartknoch (fechado en 1781). Como dijera un célebre profesor de Filosofía español, “Heidegger es como el resplandeciente sol, cuanto más te acercas, más te carbonizas”. Nos quedamos con Kant, porque lo de Unamuno es una carta a Juan Varela y el antiguo rector (que fue más cosas, eh…) ya es en sí mismo otro tópico literario.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
El pérfido Heidegger
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