Ha hecho 'Babelia' una gran jugada: hablar de literatura humorística. Da para una reivindicación del humor como herramienta, da para ajustar cuentas con los académicos y jerifaltes de un arte que no conoce barreras ni corsés. Pero también para cabrearse con uno de los que participan en el reportaje 'Humor y literatura'. La selección de Fernando Iwasaki es cuando menos muy limitada, muy esteticista y no estamos de acuerdo en algunas ausencias fundamentales. No están ni Saki ni Tom Sharpe, tampoco aparece Cela aunque sea de refilón o Miguel Mihura, suficiente herejía como para quemarlo vivo en la hoguera a la sombra de la Catedral de León (por lo de 'Los pilares de la Tierra'). Otros están cogidos con pinzas (¿Thomas Bernhard es lo mejor del humor inglés?) y casi todos coinciden en una sospecha: que algunos entienden que la literatura es un arte propio de estetas y no de contadores de historias. Es la sima de siempre: épica frente a introspección, narración frente a psicología, hacer surf con el lenguaje frente al onanismo literario. Suponemos que será la diferencia generacional, o que tenemos prejuicios. Pero alguien debería decirle a Iwasaki que si lee 'Wilt' o 'Ánimo Wilt' y no se ríe es que es una piedra con difusa forma humana. Pero qué malo es hacer listas...
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Hace 53 minutos
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