Salamanca baila al son del 'Vals de los Adioses' de los Strauss, una célebre pieza en la que todos los músicos de la orquesta se marchan lentamente, hasta que al final sólo queda un superviviente de la sección de cuerda. Salamanca dijo adiós al Florilegio porque la fusión y Caja Duero determinaron que no hacía falta gastarse ese dinero; también se han cargado el festival de Magia que hacía siempre antes del meollo de junio; igualmente han reducido la programación a un par de píldoras de mala calidad, y anticipan ya que la nueva megacaja al servicio de la Junta de Castilla y León ya ha guillotinado cualquier expectativa para los próximos años.
Así pues, oímos dos voces en la cabeza: una dice que sí, que es lógico cuando la cosa del negocio va mal hay que recortar; la otra se arrepiente de todas las loas hechas a Caja Duero y su buen ojo para programar. Ya no hay ojo que valga, porque la Cajita se ha quedado ciega. Respecto a la excusa de siempre, la de que la cultura es un subproducto no imprescindible, nos gustaría recordar que el dinero para obra social no se ha reducido, sólo se ha desviado hacia otros “fines sociales” supuestamente más importantes. Y no piensen en cuestiones de sanidad, sino en tablas de ejercicios para ancianos, certámenes deportivos y otros asuntos que sí parecen ser imprescindibles.
La vara de medir es muy típica en este país, igual que la disgregación: si tanta salmantinidad tiene la Caja, ¿por qué el 60% de su programación viaja fuera de la provincia?, ¿por qué no mantienen el nivel pero cortan su presencia social en Extremadura, Madrid, Zaragoza y Portugal?, ¿por qué tiene que pagar Salamanca el coste de invertir en otros lugares si tan charros son todos en la sede de Los Bandos? Es cierto lo del lema de la caja, “¿Qué pasa cuando un río se cruza en tu vida?” Pues que te ahogas.
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