Una de las subespecies más irritantes del oficio son los Niños Bonitos, que también pueden ser Niñas, si bien en algunos casos suelen ser más los hombres los que se benefician. Abundan en cada medio de comunicación. Su condición de divas en ciernes (o ya consagradas) les ahorran trabajo, obligaciones y sacrificios, si bien la calidad objetiva de su trabajo es directamente proporcional a la comida de tarro que hayan proyectado sobre los respectivos jefes. A veces se hace muy difícil saber si realmente el Niño/a Bonito/a tiene talento auténtico, porque la protección del medio borra cualquier juicio de valor objetivo.
De todas formas, siempre volvemos al mismo juicio del Pato según el proverbio americano: “Si camina como un pato, tiene pico como un pato y parece un pato… lo más probable es que sea un pato”. Y si 9 de cada 10 compañeros de trabajo ven que es un pato, entonces es que el susodicho no es realmente bueno sino un busto sobre un pedestal que ni quita ni pone, sólo estorba. Además, los tratos de favor siempre terminan en rebeliones a bordo al más puro estilo Bounty, porque a nadie le gusta que le miren por encima del hombro y más si el nivel de esfuerzo está por encima de la Santa Madre Nómina. Al estar sobreprotegidos despiertan las iras del resto del rebaño, y suelen terminar muy mal en cuanto a relaciones. Más incluso cuando no se justifican los mimos.
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