Merece la pena leer a Enric González, siempre la merece. Por sus palabras, por su aguijón y porque cuenta cosas que no suelen llegar por otros medios. Igual que cada país tiene su lacra ligada al mundo reaccionario ultrareligioso o directamente fascista, en Israel están al borde de la guerra civil cultural y social (y de aquí a la política y militar sólo hay un suspiro) por culpa de los haredim, nombre con el que se define a los ultraortodoxos, que no trabajan, no hacen el servicio militar, son sostenidos económicamente por el Estado (con todas las deudas que so supone), deciden quién es y quién no es judío y que viven aislados, reprimen a la mujer hasta dejarla a la altura de un mero mueble o fábrica de niños y que en los 60 estuvieron a punto de volar la mezquita de La Roca.
Dice el refranero español, “en todos lados cuecen habas”, pero esta gente es la misma que asesinó a Isaac Rabin, que no lo olvide nadie. Fue un haredim alentado por un grupo haredim el que se lanzó en tromba contra el único político judío que se comprometió de veras con la paz. Al ver imágenes y vídeos de esta gente, de cómo vive, de cómo llevan a sus hijos pequeños a las protestas contra la policía israelí, de cómo censuran todo lo que pueden y presionan hasta el extremo para que el ya agobiado financieramente Estado de Israel tenga que sufragar todo lo que hacen. Nos recuerdan, salvando las distancias, a los Legionarios de Cristo, al Opus Dei o a los Carismáticos del catolicismo, a los integristas talibanes, a Al Qaeda… el mismo fanatismo, la misma tenaza contra la inteligencia y la libertad amparándose en dogmas religiosos sin base, fundamento o mayor propósito que tener en un puño a la Humanidad.
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