viernes, 7 de mayo de 2010

Hiperbreve, mucho mejor


La mejor frase que hemos escuchado en mucho tiempo es de Clara Obligado, promotora y alma mater de los Talleres de Escritura que llevan su nombre, en Madrid, en Salamanca y en muchos otros lugares. Su gente, sus discípulos o amigos, se asocian de nuevo en ‘Sea breve, por favor 2’, una genialidad del formato más complicado de la literatura: el relato hiperbreve. Cuanto más corto es un texto, mayor grado de perfección lógica debe tener; las novelas se pueden permitir el lujo de tener capítulos horrendos, porque se disfrazan en el contexto general, pero cuando apenas hay cien palabras, veinte o incluso diez, sólo queda una salida, la calidad. “La gente lee ahora más que nunca, eso seguro, hace 30 años yo tenía que enseñar a leer y escribir a las mujeres, y ahora son las que más libros consumen”. Clara es una fuente de sorpresas, y de ideas, de anhelos y de miedos, y de esa frase:

“A mí es la gente buena la que me da miedo, porque los perversos siempre están solos o se traicionan, y necesitan de la gente buena para llevar a cabo lo que planean”.

Es una forma, fuera de la literatura, de mostrar el gran tumor crónico de la sociedad de masas humana, la de la gente decente que queda encuadrada en una comunidad de valores que por su ambigüedad terminan ayudando al diablo a, por ejemplo, llevar trenes cargados de judíos desde Francia, Italia, España, Polonia, los Balcanes o Flandes hacia los campos de concentración. El fantasma de la “banalidad del mal” del que habló Hanna Arendt, la de la gente buena y decente que se sumó al proyecto nacional del Reich creyendo que hacían el bien cuando sólo colaboraban con el mal. Esa falta de inteligencia es el fin de la civilización, que depende de la moral y de la mente clara y bien adiestrada para negarse a caer en esa trampa. El libro, desde mañana en la Feria del Libro de Salamanca, pequeña, ahogada y veremos si con futuro.

1 comentario:

Clara Obligado dijo...

querido amigo, ya desde Madrid, muchas gracias por tu nota, aunque hemos pasado de hablar de la minificción a mi miedo, no tanto de la gente buena, sino de la gente que se considera buena y que luego en su tibieza permite que se haga cualquier cosa: dos temas muy distintos, pero hiperbrevemente condensados por ti. Un abrazo, y hasta otra, Clara