viernes, 31 de julio de 2009

La droga de la música y Maceo Parker


Todo nos conduce a Maceo Parker (el que os señala con el dedo en la foto), y si no, lean. Dicen los adictos que en el fondo jamás se deja la sustancia que les atrapa. No importa cuántos "rehab" hayas hecho que al final siempre vuelves, o cuando menos, sueñas con volver. Y ahora, el triple carpado: el jazz, el blues y, quizás, el soul, es ese tipo de droga que sólo encadena a las minorías que se dicen ilustradas. Está bien tener un disco de Cole Porter o Miles Davis en la estantería: queda muy burgués rojo ferrari. A no ser que lo escuche. Tener un busto de Beethoven o una buena colección de clásica suele etiquetarse como "conservador", y por los monos depilados con inexplicable derecho a voto, "rancio". La solfa siempre ha tenido mala prensa, especialmente desde 1940, cuando EEUU doblegó para siempre la tradición musical y a través de la música negra conquistó el mundo con una sucesión de géneros que nacían unos de otros hasta convertirse en la "banda sonora de nuestras vidas", un concepto que además de ñoño y frívolo no se corresponde con la realidad. 

El jazz, padre lejano de casi todos los estilos, ha sobrevivido y superado sus propias revoluciones internas hasta llegar a día de hoy como una auténtica forma de vida que ya es, por decirlo con respeto, "clásica". A fin de cuentas son dos ejemplos del virtuosismo musical: para tocar la guitarra en un grupo se tolera la mediocridad, pero para hacer jazz hay que ser bueno o el invento no funciona. El sermón de la montaña de hoy viene porque hoy se viste de largo el gran Maceo Parker en Béjar, un pueblo de montaña de Salamanca famoso por su puerto prealpino y por poco más. Bueno sí, por el Béjar Blues Festival, que cumple diez años y se ha esforzado en poder traer algo de calidad para celebrarlo. El mítico saxofonista preferido del finado James Brown hará lo que le dé la real gana en la medianoche que parte del 31 al 1 y lo hará solo y con banda. Ya no hay entradas, porque la sala es pequeña y había que reservar entrada por teléfono, pero eso no significa que no puedan intentarlo si están cerca de Béjar. Sí, es más funk que jazzman, pero comparte el mismo palo y necesidad: ser un músico excepcional para sacarle jugo metálico al saxo. Los drogadictos del jazz ya han copado la ciudad. Quizás quieran caer en la tentación. O no. 

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