Contó una vez un superviviente una historia muy curiosa sobre el terror y la música. Un capitán de las SS, jefe en un campo de concentración, solía pulular pistola en mano por entre los barracones a la caza y captura de algún judío. Y lo hacía con un particular método, surgido de una manía muy agudizada. Siempre preguntaba lo mismo: “¿Te gusta Beethoven?”. Si la respuesta era “No” el oficial le pegaba un tiro allí mismo, entre los ojos. Si era un “sí” rotundo el oficial se lo llevaba a un despacho, le ponía un disco, lo disfrutaban juntos en silencio y luego lo echaba de allí a patadas. Así hasta que se dio de bruces con un músico judío que le contestó un “Depende de quién lo toque”. Extrañado, el SS le inquirió por qué decía eso, y al saber que era pianista le obligó a tocar el concierto ‘Emperador’ en el pabellón de oficiales. Jamás en su vida tocó tan bien, tanto como para que el SS llorara en silencio y a partir de ese día lo protegiera de la Muerte una jornada tras otra, siempre a cambio de que tocara alguna pieza. Parece ser que consiguió sobrevivir al Holocausto, pero jamás en su vida volvió a interpretar nada de Beethoven. Esta anécdota sirve para entender perfectamente cómo un músico puede redefinir las emociones y la sensibilidad de los hombres, sean verdugos, víctimas o simples mortales.
Algunos, al escuchar piezas de Beethoven durante el último Festival Florilegio, sintieron esa punzada en el estómago que les hace ser diferentes al resto. Kubrick no eligió al sordo para la banda sonora de ‘La Naranja Mecánica’ por nada: es, de lejos, el más electrizante y sugerente de todos los compositores, y su música ha dado fuerza a más bandas de sonido en el cine que cualquier otro. Se presta, además, a todo tipo de juegos y bromas, como el del busto-reloj de la foto. Además, sería tan barato organizar un Festival Beethoven en Salamanca, dar lustre al Dios auténtico y verdadero, porque, como dijo un espectador del Florilegio, “¡Beethoven es Dios!”. Un dato: más de 20.000 personas asistieron a su funeral, y entonces no había ni radiofórmulas, ni prensa de masas ni los conciertos eran para todo el mundo. Les recomendamos, vivamente, cuatro obras. Si no lloran, palpitan o sienten el pelo de su cuerpo erizarse, entonces es que ni son humanos ni merecen serlo: la Novena Sinfonía, la ópera ‘Fidelio’, el Concierto para piano y orquesta ‘Emperador’ y la Tercera Sinfonía, con la que rompió los moldes del clasicismo y anticipó, él solito, el romanticismo y el resto de movimientos musicales del siglo XIX.
PD: Repetimos, ya se pueden dejar comentarios de forma anónima en los post. ¡Y ahora sin censura! (Bueno, ojito)
2 comentarios:
Intentaremos ser humanos
Prefiero a Mozart, a Haydn y, sobre todo, a Miles Davis. Esos sí eran dioses
Uno que pasa por aquí
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