jueves, 16 de julio de 2009

El FIB

En el Equipo nunca hemos puesto la mira telescópica del fusil en el Festival Internacional de Benicássim. Y mira que nos han entrado ganas. Tanto gafapastismo junto (en los inicios) nos pedían la guerra: era, y es, una provocación tanto nene sacado del catálogo viviente que es Neo2. Tanta modernez frívola y sin cimientos de verdad son carne de cañón para nosotros. Pero, o pero, hay que reconocerle la veteranía, el prestigio y cierta respetabilidad al mayor festival de música que hay en España, capaz de convertir un pueblecito levantino en una Meca musical, nos guste más o menos lo que se fiche cada año. En eso no nos metemos porque el gusto y el asco son libres, como las opiniones, y sabemos de sobra que la gente que está detrás del FIB (ojito, los currantes, no los que viven de la sopaboba) no da abasto y le echa horas sin que a cambio le sea reconocido del todo el mérito. Así pues, un pequeño aplauso para el FIB, porque si son capaces de llevar a 180.000 personas hasta allí es por algo.


Sólo una crítica: son como los mercaderes en el templo, y sólo falta un Jesús con pinta de hippy iderrento para echarles. Se han vendido por el vil metal, y lo que empezó siendo un buen invento alternativo ya es un negocio puro y duro que no atiende a razones artísticas más allá de lo que pueden fichar año tras año, un business que empieza a parecerse quizás mucho a una versión pop de 'El Padrino' y que tiene a más de uno de sus trabajadores colgado de la lámpara del techo por el pésimo reparto de la riqueza. Ya se sabe, mucha modernidad pero luego son capitalistas hasta el tuétano.


Todos sabemos que en la industria musical hay mucho olor a podrido, y que detrás de las luces y los espectáculos facturados para los fans habitan managers que son sabandijas, músicos que se creen dioses y en realidad son aprendices mediocres y, sobre todo, mucha mitología y bobería adjunta. Hay demasiados gurús sobándole la espalda a demasiados mediocres. Mira, más o menos como en el periodismo... Dirán que somos algo reaccionarios, pero la verdadera vanguardia cultural no está en Benicássim, eso seguro; quizás esté en los cómics, en la moderna fotografía, en la literatura, en las obras de Marc Bijl y Enrique Marty, por ejemplo... Debe haber alguna razón por la cual escuchar a The Killers nos gusta pero ver la versión de Bijl de Lara Croft, cubierta de petróleo y con un burka, nos sobrecoge. Ahí está la diferencia entre una sonrisa en verano y una punzada en la cabeza.

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