sábado, 27 de noviembre de 2010

Katyn, 70 años tarde

“Nosotros no somos unos bárbaros salvajes, no matamos a civiles en masa”. Es la frase que el nada ético mariscal Montgomery le espetó al general alemán que fue a rendir armas el día que terminó la Segunda Guerra Mundial en Europa. El gerifalte alemán estaba preocupado por el trato que se le había dado a algunos prisioneros alemanes. En el otro extremo del mundo, el planeta entero ya se había dado cuenta de que Stalin era el diablo: los cerca de 22.000 oficiales polacos que fueron asesinados en Katyn. Durante décadas fue anatema mencionarlo en Rusia, donde siempre le echaron la culpa a los nazis, los mismos que habían descubierto las fosas en 1943. Pero finalmente, hoy, el Parlamento Ruso ha reconocido y pedido perdón por un crímen contra la Humanidad cometido por orden directa de Stalin. Ajusta cuentas pues la moderna Rusia con su pasado, y no deja de ser una expiación postrera y la demostración de que Polonia es el país con menos suerte del mundo, fustigado por todos y demolido por casi todas las dictaduras. Stalin aniquiló a la oficialidad polaca para evitar que su ejército se volviera a levantar. Finalmente, más tarde que pronto, Europa sigue exterminando sus culpas y limpia su alma, más bien que mal, cosa que no han hecho muchas otras naciones y potencias igual de culpables pero que no dicen ni pío: Japón (casi 10 millones de chinos masacrados), China (millones condenados a trabajos forzados y al hambre), Vietnam, Birmania, la India, Pakistán, Irán, Argentina, Chile… “Civilizadamente bárbaros”, dicen los filósofos. 


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