En una nube muy, muy lejana, Rafael Azcona está de fiesta. No porque lleve muerto algún tiempo, sino porque desde ahora el Olimpo es algo más agradable y divertido que antes. Su amigo y cómplice, Luis García Berlanga, sube a toda velocidad para sentarse con él, y de paso, decirle a José Luis López Vázquez que deje de perseguir a Afrodita, que esto no es Benidorm en una película de los Ozores. Ha muerto uno de los grandes, de los últimos creadores audiovisuales de antes, ajenos a influencias americanas directas o de toda la explosión posterior a los 70. Decían de él que al final sonaba a viejo, que era un sainete, que se regocijaba en el esperpento. Fue el Valle-Inclán del cine, un rompehuevos artístico que se mofaba de la censura colándosela una y otra vez en cuanto tenía ocasión. El padre de películas como ‘Bienvenido Mr. Marshall’, ‘Los jueves, milagro’, ‘Plácido’, ‘El verdugo’ (insuperable) o toda la serie ‘Nacional’ en los 70 y 80, era un superviviente de los tiempos malos, politizado sin estar realmente politizado, más centrado en crear puñetazos como ‘La Vaquilla’ y seguir siendo el típico director español que marcaba la diferencia, que no se dejaba llevar por las modas y era en sí mismo un estilo. Nunca cambió el ritmo ni su forma de ver y entender el cine, y eso le honra. Ya no era de este tiempo ni de este mundo, y poco a poco se distanció del mundo, por la enfermedad, y porque ya no era tiempo de seguir adelante. Así pues, ciao.
sábado, 13 de noviembre de 2010
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