Ariel Dorfman, chileno, luchador de difuso origen centroeuropeo en la más blanca parte de Sudamérica, y al mismo tiempo también la más babanera. En 1992 publicó el texto que luego sería una de las obras de teatro más representadas del mundo, ‘La muerte y la doncella’, la misma que pasará por el Liceo el 23 de enero con Emilio Gutiérrez Caba, Luisa Martín y José Saiz. Sólo tres personas para narrar una opción retorcida y maquiavélica, la tentación del camino recto: una víctima de torturas durante la dictadura (da igual que sea Chile o Argentina, o cualquier otra), a su vez esposa del más reputado jurista de derechos humanos del país, encuentra al doctor que ayudó a humillarla y vejarla en aquellos años. Y no se le ocurre otra cosa que secuestrarle para devolverle la moneda años después. Es la vendetta, la justicia hebraica, Hammurabi convertido en realidad amordazada y a punta de cuchillo, pistola o lo que sea. Es un dilema, una opción moral que se repite un millón de veces al día en todo el mundo: confiar en ese difuso concepto de la justicia equitativa propia de la democracia o el viejo instinto del ajuste de cuentas. Merece la pena aunque sólo sea por ver a Gutiérrez Caba, un monstruo de los que ya quedan pocos; también por descubrir que Luisa Martín hace mucho que dejó de ser la chacha que encumbrara Emilio Aragón en aquella serie de cuyo nombre nos hemos olvidado (afortunadamente). Qué bien le sienta el drama a los actores, aunque hacer comedia sea más difícil. Y para abrir boca, un pequeño avance.
martes, 5 de enero de 2010
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