Se van a cumplir 50 años de la muerte estúpida y moderna de Albert Camus: su coche se empotró contra el único árbol de la carretera que iba a París. Tenía 46 años y ya era Premio Nobel, cuando los Nobel de Literatura se entregaban al talento y no a las gilipolleces políticamente correctas. Fue un tipo diferente: introspectivo, existencialista, irreverente contra lo reverenciado por el mundo, y al mismo tiempo un rebelde con causa. Cargó contra el uso de armas atómicas contra Japón, contra el fascismo, contra los gulag y contra Stalin, contra la invasión de Hungría del 56... Siempre en contra.
Escribió 'El hombre rebelde' y Sartre le afeó el gesto tildándolo de reaccionario burgués. Curiosamente el mismo tipo que vivía como el más liberado de los burgueses, que se aprovechaba de sus alumnas para hacerlas sus amantes y que, ahí duele, tenía que compartir estrellato intelectual con su mujer Simon de Beauvoir. Y para colmo de males era un "pie-nord", un pies negros, un francés nacido en Argelia y que era visto como un "inmigrante" en la Francia continental. Pero claro, como Francia "es tan liberal y abierta...". Una mierda. Así que el escritor más comprometido con el humanismo que ha dado Francia se convirtió en un paria en la misma Francia que ahora le rinde honores. Sobre el papel queda la tinta para 'El extranjero', 'La peste', 'El mito de Sísifo' y 'La caída'. Imagínense qué hubiera hecho de haber muerto al menos 20 años después. En fin... Siempre nos quedará Argelia.
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